martes, 13 de abril de 2010

JORGE LUIS RIOS GIL

Nos conocimos una tarde de la primera semana de abril del 2003. Nunca pensamos que compartiríamos tanto tiempo juntos, ni que la presencia para cada uno cambiaría tanto nuestras vidas. Pensamos tal vez entonces, que nuestro encuentro solo sería una más de esos tantos, al que todo ser está acostumbrado antes de conocer su pareja ideal. A decir verdad, somos fruto de un encuentro por chat, de aquel mirc del que ya nadie casi hace uso. Nos citamos esa misma tarde y le esperé llegar a casa con ciertas dudas. Poco tiempo antes habíamos hablado por teléfono. Al verle llegar me cayó bien. Era delgado, tenía mirada profunda, inteligente. Su juventud, sus cabellos negros y cejas pobladas llamaban mi atención; también su mirada triste.



En poco tiempo, nos convertimos en buenos amigos, y no mucho después estábamos envueltos en una relación amorosa. Me dijo que yo le encantaba, que era la imagen que había tenido siempre en su mente y que quería seguir conmigo. Si por ambos fuera, se habría quedado en casa desde un inicio, pero la señora Mery, quien me arrendaba una habitación, tenía sus prejuicios.



Sin embargo, nos encontrábamos siempre, y pasábamos la mayor parte del tiempo. Jorge, vivía en esos días con unas amigas con quienes había venido del Cuzco; él había dejado su hogar, un tiempo antes, y estaba decidido a superar sus dificultades.



Sin embargo tenía muchos problemas, e hizo muchos sacrificios por que estemos juntos. Realizó grandes caminatas para llegar a casa. Tampoco teníamos dinero para nada, casi ni para comer.



Sus sacrificios, me sirvieron, para darme cuenta de su gran amor y de su gran valía. Tenía una fuerza moral pocas veces vista. A pesar de que dejó su natal Iquitos, en medio de grandes tristezas, en su corazón había comprensión y amor por su familia. Y a pesar de todo lo que sufrió, conservó una alegría natural, que le hace ganarse siempre el aprecio de sus amigos.



Entre sus tristezas, se encontraban el no haber podido concluir sus estudios. Cosa que trató siempre de cambiar con su espíritu luchador. Hoy, está estudiando diseño de moda industrial, en un prestigioso instituto, donde destaca por sus cualidades. Si quisiera hablar de él, sin ánimo de adularle, diría muchas cosas que hablan sólo bien de él.



Si él se enamoró a primera vista, para mí fue un proceso más lento. Poco a poco, me fui dando cuenta de su gran valía y observé, que hay un mundo de grandes posibilidades en su futuro, que está aún por descubrir y materializar.



En el tiempo que estamos juntos, vivimos uno para el otro. Fue difícil para mí, sin embargo, presentarlo en mi entorno. Por más de dos años, nuestra telación, estuvo casi, en el más absoluto secreto. Siempre tuve prejuicios acerca del juicio de los demás, que fue desapareciendo, al ver la comprensión de las personas que nos conocían.



El julio del 2004, decidí mudarme a vivir con él en casa de una familia en San Borja, donde nos recibieron con respeto y comprensión. Allí alquilamos un piso de la casa. A raíz de mudarme decidí contarle a mi hermana Patricia lo nuestro. Le escribí una carta y ella me respondió con otra brindándome toda su comprensión. Incluso me reprochó por no haberle contado antes, diciéndome, que de haberlo sabido, ella me hubiera comprendido y ayudado, tal como realmente lo hizo. Fueron tan lindas sus palabras, y fue tal su comprensión, que me facilitó para ir abriendo mi corazón a otros. Además ella se encargó de contarles a sus hijas, a Oscar, su esposo, y a otros en la familia.



Jorge se ganó rápidamente, el aprecio de mi familia. Incluso trabajó con mi sobrina Úrsula en su elenco de show infantiles. También trabajó, un corto período, con Bárbara. Pasó el tiempo; y poco a poco, arreglamos nuestro hábitat y fue transformándose, en un hogar pleno. Recibimos allí a nuestras familias en diversas ocasiones. Para Jorge no fue difícil contarle a sus padres y hermanos, lo nuestro.



Así transcurrieron nuestros días, entre las alegrías y dificultades propias de toda pareja. Aprendimos a convivir y a conocernos cada uno. La verdad que el adaptarse a otra persona toma su tiempo. Cada uno ve lo mejor desde su propio punto de vista. Cada uno cree que el accionar suyo, es el debido.



En la vida todos tenemos defectos, que se acentúan, cuando alguien te los señala, pero ello, sirve muchas veces para superarlo. Puedo decir ahora, que estuve sumergido, por corto tiempo, en el vicio del casino, y que Jorge, se encargó de hacerme dar cuenta del daño que me hacía a mí mismo y a nuestra relación. Sólo a él, las gracias, por su objetividad y valentía en enfrentar los problemas agudos, y en haberme ayudado a superar éste problema, que recién hoy, puedo decir con certeza, que he vencido.



Y así, hemos pasado muchas alegrías; también, muchas preocupaciones y tristezas, que felizmente se han ido arreglando con nuestro esfuerzo. Desde entonces pude hacerme de algunas cosas, y por cierto, también de algunas obligaciones, que poco a poco también voy cubriendo. Vivo ahora, cómodamente en San Isidro, en un piso 17, donde la pasamos bien, con muchos amigos que nos visitan, y que contribuyen, a que nuestra felicidad sea mayor. La vida gay, por cierto no es fácil, más bien, la vida común no es fácil. Y a pesar, de que hemos enfrentado dificultades, que alguna vez, casi nos echó a perder todo, seguimos adelante, y sería difícil, para nosotros, enfrentar una vida de otra manera.



Mucho bien hace meditar sobre los hechos sucedidos y sobre las acciones que habremos de tomar para cambiar una situación que nos preocupa. Algo que es muy importante cuando alguien te aconseja, es saber escuchar y luego, actuar prudentemente. La prudencia es un gran don en la vida. A veces, o más bien, muchas veces, he desoído esa voz interior, que me decía, cómo actuar. Y muchas veces, por supuesto, tropecé con la misma piedra. Hay aspectos de mi vida que aún puedo cambiar y otros que pude cambiar. Malos hábitos, adquiridos, a veces, desde la niñez o adolescencia, por ejemplo, el cigarro. Aquel inofensivo cigarro que fumé, algunas veces, a escondidas en casa, y que poco a poco, sin embargo, fue aceptado por mi entorno, sin darme cuenta que podía llegar a consumirme a mi mismo, con las casi dos cajetillas que fumaba a diario. Cuando uno se da cuenta que está llegando a enviciarse en algo, casi hasta perder la noción de lo que realiza, es cuando tiene dos opciones: o paras completamente, o te entregas al vicio desenfrenadamente, soportando las consecuencias que ello implica.



Era 1986 o 1987, y por la situación económica encontré un motivo que me ayudará a dejar el vicio. Como no me alcanzaba para pagar por dos cajetillas diarias, o más bien éste dinero me podría ser útil en otras cosas, conversé con algunos amigos, y con Carlos de Trazegnies en particular, para decidirnos a dejar de fumar; por mi parte a pesar de que me costó algún esfuerzo al principio, lo dejé por completo en cuestión de días. Y así, desde el mismo día que tomamos la decisión de no fumar, no volví a fumar un cigarrillo hasta el día de hoy. Ello, es algo de lo que puedo enorgullecerme . Es algo que me sirve de base cuando quiero dejar cualquier otro mal hábito; y que es una fuerza moral, ante cualquier otro problema o adversidad.



Debo reconocer que para lograrlo; fue necesario un estímulo y una decisión. La decisión la mantengo hasta hoy, fruto de la meditación y prudencia. Y lo único que puedo decir, es que todos somos capaces de curar nuestras heridas, rectificar nuestro errores, dejar atrás nuestros temores y mejorar nuestras vidas. Todos somos capaces con esfuerzo y dedicación de hacernos mejores a nosotros mismos.