lunes, 28 de septiembre de 2009

NUEVA OPCION EN EL NUEVO MILENIO

Una mañana, nublada y serena, presentó Lima, en la víspera del nuevo milenio, que contrastaba con el despertar de otros países donde se habían organizado bailes, y espectáculos de luz y sonido. En la mañana del primer día del 2001, me di un gran susto al activar mi computadora y ver que no ingresaban los programas. Creí verme envuelto en el Y2K, o la falla del milenio. Felizmente fue una coincidencia pues luego, todo se arregló. He sacado la conclusión que no debo preocuparme mucho en predicciones futuras, porque hay que dejar que el futuro se resuelva a sí mismo.

Hay algo que siempre he mantenido en reserva, y creo que ahora es tiempo de contarlo a los demás, porque en el transcurso de estos años lo he aceptado plenamente, y también porque deseo ser sincero con muchas personas, a quienes considero amigos y especialmente, porque me permitirá ser libre y sincero, ante los demás.

Como más de un lector supondrá y muchos de los que me conocen también, quiero contarles que en el transcurso de mi vida he desarrollado o mejor dicho descubierto, preferencias homosexuales. Saberlo y sin poderlo contar a nadie, siempre representó para mí un fastidio o por lo menos una incomodidad. Tan sólo los doctores, a quienes me atreví a contarles ésta realidad, me hicieron comprender la importancia de aceptarme a mi mismo. Me hicieron saber, que el hecho de no haberlo aceptado antes, fue sin duda, la causa principal de mi inestabilidad emocional, pues al reprimir y reprobar, algo que yo deseaba, me hacía sentir mal conmigo mismo.

También me ayudó a comprender mi estado, el relacionarme con personas que tienen iguales sentimientos, y así, ya no estar aislado, como lo hice en el pasado. Aprendí, que no es tan difícil aceptarse así mismo, como una persona que tiene diferencias; y más bien lo difícil, es desprenderse del juicio de los demás. El beneficio que brinda, el conocerse uno mismo, es fundamental. De ello dependerá, nuestro equilibrio. Reconocerse como uno es, implica comprenderse así mismo; y no verse como un ser inferior, sino como una persona normal, con sus aciertos y limitaciones. Los gustos, preferencias y deseos son estados íntimos u opciones, muy personales. Nadie tiene derecho a juzgarnos por ellos. Nadie sabe cabalmente lo que le sucede a los demás; y menos aún, las causas y circunstancias que lo rodearon a uno, para que llegue a ser así.

Cuando uno elige estar con alguien debe llevar una vida responsable. Sin embargo, para que ello suceda, debe tener cuidado al relacionarse con los demás. Por ello, es imprescindible buscar una relación estable. El elegir entre personas que son parte de esta comunidad, no es siempre fácil. Por un lado, al principio se presenta el riesgo de ser promiscuo. Por otra parte, existen otras limitaciones, en cuanto a que cada uno lleva sus temores, unos por ser descubiertos; o por considerar, el daño que uno pueda causarle a su familia, lo cual está muy ligado a la ignorancia y discriminación de nuestra sociedad. En éste aspecto nos encontraremos con personas de opiniones divergentes. Hay quienes son tolerantes y otros quienes son intransigentes. Existe el sacerdote católico que te comprende y otro también católico que te rechaza y no te quiere nisiquiera confesar. Existe el amigo que te acepta y aquel que no te vuelve a hablar. Existe el familiar que le importas como persona y te escucha, y otro quien habla detrás de ti. Así la sociedad juzga y se protege contra lo que cree es una amenaza, sin comprender que en la historia han habido cientos de personas nobles y buenas, de ésta tendencia. Personas famosas o no, pero siempre, personas que llevaron su vida con dignidad, y que muchas veces, hicieron de su sufrimiento, un perfeccionamiento continuo. Aceptarlo, e ir contándolo a algunos amigos, me dio más libertad para relacionarme abiertamente con personas. Con ellas, compartí buenos momentos e intereses comunes.

El primer paso que tomé, fue confesar éste escrito a quien es mi amigo más cercano, en el terreno espiritual, el p. Wolfgang, quien supo darme orientación y el aliento que necesitaba. Pienso que él, intuyó desde hacía mucho tiempo mi situación, pero como muchos, que me quieren, no me decía nada por consideración hacia mi persona. Quería aclarar algunos fundamentos religiosos, en el sentido de saber si esta condición, es un impedimento para poder llegar a Dios. También, para sincerarme y decirles a quienes amo, como soy, y no seguir dando una imagen diferente.
Pienso que los valores de una persona, son muy aparte de lo que son sus deseos. Por otra parte el querer a alguien del mismo sexo, no puede ser esencialmente malo. Lo que sí me parece mal, es a sabiendas que uno es gay, tener una unión con una mujer, que luego traerá peores consecuencias. Está claro que una conducta promiscua en el campo sexual es totalmente negativa; pero ésta también se puede dar en parejas heterosexuales. La amistad y relación que se lleve de forma sana, en parejas de cualquier tipo, creo no es cuestionable.

Para mí fue difícil soportar la acusadora mirada de quienes alguna vez me vieron conversar en la calle con algún gay. Algunas personas se creen con derecho de juzgar a otros, y parecen tener lista la piedra en la mano, para arrojarla; pero muchas veces son ellos quienes tienen el criterio errado, creyendo poseer la verdad y creyéndose ser superiores; actuando en forma algunas veces mal intencionadas y, cuando menos, prejuiciosa.

A partir del año 2,000 conocí a varias personas con estas preferencias, y aunque no quiero describirlas ni mencionarlas por sus nombres, contaré que dialogué, con ellas sobre nuestras inquietudes y deseos; esto, lo realizamos generalmente vía E-mail o por Chat. El Internet, es una herramienta de mucha utilidad, por la disponibilidad de información que brinda, y, porque efectivamente, puede ser un vehículo de cultura y acercamiento entre las personas. Está en uno seleccionar lo conveniente de lo inconveniente; educarse o corromperse; y en ello reside lo bello de la libertad. Uno tiene para elegir, uno se hace responsable. Debemos procurar alimentar el alma con todo aquello que notemos nos nutre, con todo aquello que pueda servirnos en nuestra relación con los demás. Con todo lo bueno, y que nos haga bien.

Soy consciente de que el alma humana es muy compleja. Que tal vez no haya un alma buena o un alma mala. Tal vez, nos comportamos en forma diferente, según sea la ocasión que a cada uno le toque vivir. No se puede por ello juzgar a las personas, ya que cada uno tiene una escala de valores diferente, diseñada por sus circunstancias, y que le es muy particular. Lo que para mí es bueno tal vez para otro sea malo y así también a la inversa. Por ello debemos ser tolerantes con el pensamiento de los demás. Discrepo con los que se oponen siempre ante algo o contra alguien, y que sólo ven lo negativo. Con ellos prefiero no discutir. Son personas sesgadas y que tienen una visión respetable, pero que no tienen porque imponerla a los demás. Considero que la apertura a otros sistemas de pensamiento es buena, aunque no necesariamente debemos adoptar todo lo que se nos presenta ante nuestros ojos.

Comunicarme con alguien, con la palabra escrita, cuando hay un barrera, de por medio es una magia, lo cual me permite darme más, e ir conociendo a la persona poco a poco. Esto lo he comprobado estableciendo una nutrida correspondencia llena de afecto con algunas personas, dándonos a conocer con mucha sinceridad con el continuo conversar e interesarse por el otro; y así, la distancia, en vez de ser un obstáculo, fortalece y puede llegar, a crear lazos fuertes.

Me gustaría algún día poder atravesar la barrera del querer, al amar. Querer para mí es bastante. No a todos se les quiere, y tal vez a casi nadie, se le ama. El amar a alguien es algo más complejo e implica más allá de lo pasajero, momentáneo, e instantáneo. Uno ama intensamente y el riesgo es decepcionarse luego de la persona; o peor aún perder ese amor. Mejor es querer, como manteniendo un nivel estable y no el amar, que implica algo fuera de lo normal y más intenso, que puede llevar a un desengaño muy grande; por ello, no me gusta amar mucho a nadie, y esto, para no sentir luego, la carencia de la persona que se ama, como me sucedió con mi padre, cuya ausencia me golpeó demasiado y la cual, me costó mucho tiempo el superarla. El amar excesivo no es bueno. Tal vez querer y hacer el bien a alguien, ya es bastante. Creo que pocas personas pueden amar; y sobre todo soportar luego la falta de ese amor. Para mí, amar significa comprometerse incondicionalmente y siempre, cosa que no sé si lograré algún día con alguien, porque cuando veo que el amor daña, me aparto.

El estar cerca de alguien, despierta mucha expectativa, que muchas veces no se puede corresponder debidamente. Me gusta el hecho de poder conocer a las personas con el tiempo y no que la relación se de en una forma inmediata y abierta; porque de esta forma, en las más de las veces, hay malentendidos fruto del choque, la fricción o desconocimiento del otro. De las amplias y amenas conversaciones con personas gay, he visto, que muchas de ellas, poseen un gran sentido humano; y que como todo mortal, poseen muchas virtudes y defectos. Tienen también, casi siempre a cuestas, una experiencia dolorosa, pero como alguien me lo recalcó en una carta: "todos los golpes sirven para hacernos más fuertes".

En ocasiones, me he envuelto, con algún compañero en un mundo alucinante, delirante; donde cada gesto, cada caricia, cada toque ha sido un éxtasis que lleva a tocar el cielo y querer permanecer en él. Me agrada saber que puedo satisfacer plenamente a alguien, como un ser muy especial, un hombre pleno, igual a mí; que también me llena y sabe cómo hacerlo, con sus besos inmensos, de locura y sus caricias tiernas, como dándome valor de comprenderme a mi mismo, que me acompaña en los momentos intensos, donde los colores y matices se hacen claros, y en donde se puede percibir la sensualidad tan rica y tan viva que tenemos; en donde los ojos expresan mucho y me dicen que si se quiere, lo ansiado llega y hace permanezca en nuestro recuerdo; más allá del camino que tomemos luego, señalándonos aquello que está bien, lo que nos gusta, que permitimos y, de ésta manera, nos ayuda a conocer nuestros deseos más íntimos, escondidos, y que brotan a flor de piel, en su frío sudor o en mi intenso rubor, que me sacude; y que luego permanece en mí como aprisionándole, como acompañándome el resto de los días y que me hace anhelar su presencia, su locura, su juvenil presencia y su tierna inocencia; que no es tal sino una sabia comprensión del ser humano, de sus deseos íntimos, de lo que nos acompaña dentro y que a veces no exteriorizamos, por temor, pero que hay que ponerlo en su cabal sitio, porque es parte de nosotros mismos.

De estas personas, sólo quiero mencionar a una, una muy especial, que la conocí gracias a la casualidad, en el Chat; a ella le debo mucho de lo que hoy he conseguido en cuanto a una producción literaria constante; y a su ayuda para el conocimiento y aceptación de mí mismo. Me refiero al mejor chavo de Coahuila en México, mi amigo, Felipe de Jesús Rodríguez Lara. Con él nos escribimos desde marzo del año 2000, casi semanalmente, y estamos pendiente uno del otro. A él, como a nadie, le he confiado muchas de mis cosas y casi todos mis escritos.

No sería justo que no lo mencionara, porque en el corto tiempo que nos conocemos, ha despertado en mí un alma de poeta que ahora canta y sabe cantar a la vida. Ha despertado también, mis sentimientos y mi interés por ser y hacer feliz a alguien. Por ello le he dicho más de una vez que le quiero, que lo amo, porque vale y vale mucho, por su gran corazón y no dudé en nombrarlo como mi mejor amigo del año 2000, quien más se preocupó, con quien más conversé y quien más me entregó, su valioso tiempo, para compartir ideas, sentimientos y el conocimiento uno del otro.

Me parece que cada uno puede ser responsable dentro de su mundo y hacer de ese mundo un lugar digno para vivir y encontrar la felicidad, que no puede estar reservada para determinadas personas, con determinadas características. No quiero vivir siempre tras una cortina que me impida ver la luz. La sociedad nos obliga a cosas que nos atan sólo porque nosotros les hacemos caso. Tal vez creer en si mismo, en lo que uno hace, nos llevará a vivir más adecuadamente. Espero que con el tiempo pueda ser comprendido por mi familia, y amigos a quienes quiero mucho.

Hoy en día, aún me es difícil tener en mi entorno a personas que compartan mis mismos sentimientos, pero llegará el día en que lo haré con el convencimiento y fruto del conocimiento, del alma humana; y los que estén a mi alrededor, tendrán que aceptar mi opción, mi decisión; porque si no es así, sabré que no comprenden realmente o no están capacitados, a entender lo que es el deseo y libertad del otro y su felicidad; contra lo cual no podré hacer nada, tan sólo mi silencio, mi comprensión, mi amor.

Cuánto me gustaría llegar al día, en que la sociedad haya cambiado, y que se den cuenta, de que lo que ellos juzgan, es irrelevante para el otro, porque lo que se está poniendo en tela de juicio es un valor; y que sólo a uno mismo, le compete el apreciarlo, porque es fruto de su propia experiencia, de su ser. Es difícil hacer empatía con los demás; uno mismo a veces no la hace. Por ello no podemos exigir que todos tengan la capacidad de hacerla, y comprender este mundo, tan complejo, pero que a pesar de tantos problemas, siempre se encuentra algo lindo o alguien por quien luchar o sentir.

En la vida, casi todos pasamos por las mismas experiencias. Todos tuvimos alguna vez una caída. Nadie en la vida atraviesa un campo de rosas. La vida es de lucha y es de esfuerzo. La vida no te ofrece nada, si tú no se lo reclamas y luchas por ello. Todo es posible si uno se decide a lograrlo. Todo se logra, si se empieza y se toma la determinación de conseguirlo. Allí está lo importante, en fijarnos metas cuyos frutos trasciendan nuestras personas. Muchas veces me pregunté, para qué tanto trabajo y esfuerzo, si uno no ve una recompensa a futuro, recuerdo el día que renuncié a un puesto estable para dedicarme a realizar lo que más me gustaba: ser libre.

Hoy en día aún me escribo con Felipe y me gusta mucho, poder conversar con él porque puedo tener casi un confidente de todo aquello que me preocupa y de todo lo que deseo en éste mundo. Es casi la única persona a la que he confiado, casi la totalidad de mi vida, y es quien más conoce de mí.

La poesía, me ayuda, a resolver muchos problemas; con ella resuelvo mis sueños, mis fantasías, mi mundo interior. El saber que llego a otras mentes por medio de la difusión de mis poemas, me encanta, me anima; porque me doy cuenta que soy útil, y que muchas veces, le llevo esperanza a alguna persona desconocida. El anfiteatro del parque Kennedy en Miraflores, me sirve de tribuna una vez por semana los días viernes. Una sonrisa, un apretón de manos, un felicitación es el estímulo que me ayuda, semana a semana, a intentar ser mejor. En el 2002 también pude poner mis poemas en una página Web del Internet, cuya dirección ha cambiado a:

Vivir para los demás y regalarles un poco de mi sonrisa, es la clave actual de mi vida. Al compartir penas y alegrías, me hace más rico. Ya no sólo seré feliz por mis éxitos, sino también del éxito de los demás. Me volvería loco si pensara que soy un fracasado porque no logré esto o aquello, y ello no tendría sentido. Ahora comprendo que se puede ser feliz, al saber que alguien a quien tú quieres, logró algo.

Y así, tengo paz porque espero confiado el día de mañana. Tengo paz porque tengo alegría en mi corazón. La paz me ha transformado y con ella transformaré al mundo. Pero lograr y mantener la paz exige un sacrificio. Esto es conformarse con poco, con lo necesario. Conformarse con lo que se tiene. Exige renunciar a utilizar métodos inapropiados para lograr las cosas. Exige aceptar a los demás tal como son. Exige a uno mismo ser leal consigo mismo. No podemos engañar a los demás creando falsas expectativas. Debemos ser y tener un actuar ético. Para mí, la paz, es un valor o estado del ánimo muy importante. Sin ella todos nuestros esfuerzos son vanos. Sin ella no logramos conciliar el sueño. Sin ella no somos felices. Alcanzarla, toma su tiempo. Durante la juventud se producen muchas luchas y conflictos que nos perturban. Está en nosotros enfrentar apropiadamente éstas luchas. Nada debe entusiasmarnos demasiado; ni ninguna tristeza debe colmar nuestro corazón. Sé que hay golpes fuertes en la vida y a veces debemos convivir con ellos, con el dolor, que son etapas, que a todos nos tocará vivir.

REGRESO A LA UNIVERSIDAD Y TIEMPO DE MEDITACION

En noviembre de 1992 realicé los trámites necesarios para mi reingreso a la Universidad de Lima y así poder reiniciar mis clases en el verano siguiente. Estaba decidido a concluir mi carrera. Desde la primera clase que tuve, noté rápidamente la espontaneidad de los compañeros en el aula, es decir, respiraba del fresco ambiente universitario, en comparación con la formalidad de las cosas que en los años pasados había vivido. Podía ver la preocupación de los profesores, para con el alumno, y la preocupación del alumno por sacar provecho a su tiempo. Fue, como volver a tener entre las manos un tesoro perdido y en poco tiempo recuperé mi espíritu libre, que se había opacado con la presión y rutina del trabajo. Conocí gente muy alegre, y por cierto muy joven, de los que me queda un grato recuerdo.

Para ponerme al día, y retomar el ágil ritmo universitario, fue necesario que ponga de mi parte, estudio y empeño. Vienen a mi mente remembranzas de profesores y amigos que veían con buenos ojos el esfuerzo que realizaba para llegar al objetivo que me había trazado, de concluir mis estudios, luego de muchos años de receso. Todos aportaron comprensión y aliento para darme fuerzas en el logro de mi meta.

Paralelamente al estudio, conseguí un empleo como vendedor de intangibles, en la AFP El Roble. Allí trabajé desde el lanzamiento al mercado del nuevo Sistema de Pensiones. Para ello, recibí una exigente preparación sobre la Ley de las AFPS, y así obtuve el código permanente que otorgaba la Superintendencia de AFPS y que me autorizaba afiliar trabajadores para el sistema. Para cumplir con éxito mis tareas como vendedor, me comuniqué con mucha gente y establecí relaciones de amistad. Me convertí en una persona activa y descubrí que sentía mucha alegría cada vez que formalizaba un contrato. Ahora llevaba un estilo de vida diferente, donde no había lugar para el tedio ni la rutina. Mi espíritu de servicio fue fortalecido porque tuve tiempo para activar mi vida social, y así al mismo tiempo que trabajaba, no descuidaba mis obligaciones en casa y en la Universidad.

Muy a mi pesar, tuve que salir de El Roble. Nunca quedé conforme con la evaluación que se hizo y la invitación al retiro que me hicieron, pero aquí descubrí, que el medio del vendedor es duro; donde muchas veces prevalecen las malas artes, tanto para conseguir clientes, como para ascender en la carrera. En estos días al enterarme que mi cuñado Yolvi conseguía ser distribuidor de materiales de construcción, le pedí irme a trabajar con él. Su empresa, recién iniciaba sus operaciones en la distribución y comercialización de productos industriales. Trabajé en PROINDESA como asistente de ventas, donde a pesar que no ganaba mucho dinero, conseguí que aparte de ello, me pague la Universidad, como una forma de devolverme un dinero que me había pedido prestado antes.

Cuando creía tener el apoyo necesario para poder llevar a buen término mis estudios, Yolvi perdió la distribución de los productos de PROLANSA, y la empresa cerró al poco tiempo. Ello y problemas familiares, que nunca faltan, me produjo inestabilidad, y decaimiento moral, por ello, tuve una recaída en mi enfermedad, era enero de 1995.

Es conveniente a estas alturas del relato que cuente algo sobre mis recaídas, porque parecen presentarse cuando se vulnera mi seguridad. El diagnóstico brindado por los doctores que me tratan en ESSALUD fue: Trastorno Emocional Bipolar Afectivo. También me han dicho que su evolución es favorable, siempre que, me controle regularmente y tome los medicamentos, que según opinión de los médicos, debo tomar de por vida, aunque felizmente, en dosis muy bajas. Recién en éstos días comprendí que esta enfermedad mental es como cualquiera otra, de la que no hay que avergonzarse, y menos tener que ocultarla, como si fuera algo indigno.

Fui atendido ésta vez, directamente, en el Hospital Rebagliati de ESSALUD, y lo importante fue que me repuse rápidamente. La atención que me brindaron allí fue muy buena y oportuna, de esta manera, salí rápido de la crisis. A ESSALUD, le conviene que el paciente salga rápido y deje el sitio para otro asegurado, cosa que no ocurría en las clínicas privadas afiliadas, porque le cobraban al Seguro por tener y retener al paciente. También aprendí, que cuando uno conoce su enfermedad, y coopera con los médicos y personal del Hospital, siguiendo sus indicaciones, la recuperación es más rápida; aprendí también, que una vez que uno está fuera, no puede descuidar el tratamiento, para así tener la enfermedad controlada.

Al terminar el verano de 1995, decidí utilizar el último recurso económico con que contaba y vendí un terreno, que había comprado durante mi permanencia en el Banco de Crédito. Ello me permitió afrontar mis gastos y concluir la Universidad. Pasó el primer semestre del año para recuperarme totalmente y así pude matricularme en agosto. Aprobé todos los cursos y en el verano del 96 llevé el curso de Estudio de Inversiones, que era el último para concluir mi carrera. Superando éstas dificultades y contando con la comprensión de amigos y profesores, opté el grado de Bachiller en Ciencias Administrativas. Al lograrlo tuve mucha alegría y felicidad, así como sentí a la misma vez un gran alivió y satisfacción, que sólo la conocen los que han realizado el esfuerzo.

Cumplidos mis primeros 40 años de vida, en mayo de 1997, y con mi título de la universidad bajo el brazo, pasé por la dificultad de conseguir un empleo estable, mientras tanto, empecé a materializar la sugerencia del Dr. Ricardo Petrovich, quien me atendía en el ESSALUD, acerca de escribir mi autobiografía, como una oportunidad de revisar el pasado, y especialmente, para no caer en los mismos errores, que a uno le acechan.

Del análisis reflexivo realizado hasta la fecha, pude sacar en conclusión, que la vida hay que afrontarla cada día con valentía. Hay que tener en claro lo que es conveniente y evitar todo lo que pueda hacernos daño. Debemos saber, sin embargo, que sólo aprenderemos con el error, con la caída, con la desilusión, con el desengaño. Y sólo lograremos la serenidad propia de la madurez, cuando comprendamos que cada cosa que le sucede a uno, tiene su razón de ser, y que siempre hay que estar atento, para saber cual camino seguir, debido a que siempre hay más de un camino, y debemos tratar de elegir siempre el mejor, y que generalmente éste es, el que la conciencia nos señala como el correcto.

Aprendí, que cada época trae nuevas amistades, con las cuales se comparten muchas veces las mismas inquietudes. Así, desde 1994, participe en muchas de las actividades de la Parroquia alemana San José de Miraflores donde el Párroco Wolfgang Klock se convirtió para mí, en un buen amigo y consejero. Me he dado cuenta que el servicio al prójimo es lo esencial para salir de lo fútil y trivial de cada día, y que cada uno puede dar a otros, refugio y esperanza. La experiencia que uno va acumulando, va acrecentando el conocimiento de la vida y de si mismo; para así poder lograr la sabiduría que permita el logro de la perfección y así poder llegar a Dios.


En la Iglesia, conocí a personas buenas, como Teresa Barreda, Hilde Becker, Lucy Justo de Vivas, Rainer Binek, entre otras. Con ellos compartimos muchos momentos como por ejemplo, el rezo de los laúdes cada mañana a las 7:45 a.m. Esta fue una práctica habitual que mantuve por varios años.

Con Rainer, un peruano de origen alemán, mantuvimos amenas conversaciones en su casa y gocé de su espontaneidad, sinceridad y generosa hospitalidad. Fue un buen pintor y mejor amigo; falleció el 16 de Agosto de 1998. Él fue el mayor crítico de mi vida, pero siempre respetuoso de mi forma de ser. Él me impulsaba con su ejemplo a tener valor en el camino que debía seguir. Su mejor lección fue la simpleza de la vida, y el gozar del momento presente, esforzándose por el bienestar propio y el de la familia. En mi mente queda grabada su palabra imperecedera. Sus pinturas, viven en mi recuerdo, en un mundo de armonía y color. Su esposa, Pilar y sus hijos Rainer y Erwin, completaban la familia a quienes consideraré como buenos amigos.

Así mismo, desde el verano de 1998 practiqué, cada sábado a las 6:00 p.m. meditación ZEN en la Parroquia, con un grupo; y sólo dejé de asistir a principios del 2002. Ella era dirigida por el p. Wolfgang y luego de su práctica de dos horas, solíamos ir a tomar un refresco o alguna comida en un restaurante vegetariano. La práctica Zen, me sirvió para lograr tranquilidad de conciencia, y serenidad en la toma de decisiones; además me permitió adquirir buenos hábitos, tales como buena postura, adecuada respiración; y el estar consciente del momento presente.

También cada cierto tiempo, realizo una rutina del Hata Yoga, como una forma de mantenerme saludable, y que aprendí varios años atrás cuando asistí por espacio de dos meses a un curso de yoga, que ofrecía, un grupo de la gran fraternidad universal, y que quedaba, en la cuadra 10 de la avenida Larco en Miraflores.

En octubre del mismo año, empecé a realizar un sueño que había querido realizar tiempo antes. Me refiero a la disciplina de practicar el Jogging diariamente. Anteriormente, intenté tomarlo como una rutina, pero varias veces la abandoné; ora por desidia propia ora por tener que depender de otra persona para realizarlo.

La verdad, que no es fácil habituarse a algo, que en lo más inmediato nos exige esfuerzo y dedicación. También, en éste caso, es un obstáculo, el malestar que trae al cuerpo inicialmente. Decidí correr por las calles de mi barrio, de lunes a viernes. Para ello tuve que cambiar mi rutina. Me acostaba, muy temprano, como a las 9 de la noche y me levantaba antes de las 5 de la madrugada, porque a las 5.30 estaba ya saliendo a recorrer las calles e iniciar un nuevo día.


Quiero narrarles algunas cosas que me llamaron la atención durante el tiempo que realicé ésta práctica. Lo que más me sorprendió en un inicio, fue apreciar, la gran cantidad de personas que hacen deporte a ésta hora de la mañana, lo cual se constituyó, en el acicate para continuar por un buen tiempo con esta actividad. La constancia de las personas que lo practican también es sorprendente. Casi siempre son las mismas personas y casi siempre éstas cumplen con su rutina que se imponen a sí mismos. Dentro de este grupo de personas, hay sin embargo particularidades que observé. Por ejemplo, hay quienes se dedican a caminar, otros a correr, a pasear en bicicleta, andar en skate. Estas personas, además, casi siempre realizan alguna actividad conjunta; o bien la realizan con alguna compañía; otros escuchan música, otros llevan pesas en las manos o alguna barra, hay quien lleva una soga, hay quien lee un libro y alguno que corre y canta modulando su voz. Dentro de los que van en compañía los hay que van con su pareja, en grupo de a tres, o quienes llevan a su mascota, generalmente, su perro.

Todos estos personajes de la mañana parecen desfilar, resueltos a conservarse en forma y a ganarle horas a la mañana. En lo que a mí respecta, también realizo una actividad conjunta muy particular, porque una vez que llego al malecón, que se encuentra al final de la avenida Pardo, realizo meditación, y relajación durante diez a quince minutos, para luego repetirlo antes de irme; sentándome en una banca, en posición yoga, mirando al mar.

Aquí, muchos de mis sueños y fantasías venían a mi mente; también muchos rezos y oraciones iban y dirigía hacia la divinidad; pero a pesar de que me he encontraba muy a gusto practicando ésta rutina, luego de un tiempo la suspendí; hasta abandonarla por completo, debido a una molestia a las rodillas, fruto quizás de una práctica excesiva para un principiante. Hasta la fecha no he podido reiniciar la práctica, en parte, porque ya no vivo cerca de las playas de miraflores, que siempre son un buen incentivo para practicar deportes.

Por otro lado, a pesar de tantos traspiés en la vida, aún deseo alcanzar el éxito y estoy convencido de que lo lograré. Principalmente logré, lo que ansiaba al salir del Banco; ahora tenía equilibrio en salud, mente y cuerpo, lo cual debía aprovechar. Siempre supe, que mi presencia es siempre bien estimada por las personas. Las personas valoran de mí la sinceridad al decir las cosas, o mis silencios. El desarrollo personal y profesional está ligado a mantener una actitud constante en función del servicio hacia los demás. Por otro lado, el saber que ayudé a mantener la salud de mi madre y la de Rafael, mi hermano, quienes vivían conmigo, fue mi sostén y apoyo, y me enseñó, a sentirme útil y entender cómo salir de las dificultades de la vida.

En este momento no pienso en la muerte, pero creo estar más preparado para enfrentarla si hoy se presentara. Espero que el encuentro con el Divino Ser, sea en un día de verano, alegre y festivo, con el acompañamiento del cantar de algunas aves, cuando gozoso observe una puesta del sol. Quiero que sepan y lo sabrán aquel día, que siempre quise lo mejor para los demás. Espero en el Campo Santo, al pie de mí tumba, como última voluntad se lea un epitafio, que rece: "Aquí yace en paz quien en vida buscó la paz y hoy la encontró". Pienso que la vida es bella, pero pienso que la otra, o la continuación de ésta será mejor. Para merecerla espero lograr algún día la sabiduría y la perfección. Sin embargo, espero vivir con la ayuda de Dios, aún muchos años, como premio a mi esfuerzo y lucha por salir adelante.

domingo, 27 de septiembre de 2009

UNA NUEVA ERA

En el año 1980, reingresé a la Universidad pensando, que me serviría como terapia y alejar así, todos aquellos temores que se habían apoderado de mí. Enfrenté, el hecho de saber que muchas personas se habían enterado de cosas que pertenecían a mi intimidad y el hecho de haberme quedado rezagado en mis planes.

El 8 de agosto de 1981, se casó mi hermano Eduardo, con Patricia Suárez Clausen, en la capilla de la Iglesia de San Pedro, en el centro de Lima. Con el tiempo tuvieron cuatro hijos, llamados Juan Luis, Estefanía, Andrea y Silvana.

Patricia mi hermana, se casó en 1982, con Jorge Pérez Hidalgo, y tuvo dos niñas, llamadas Bárbara y Melissa; ellos, vivieron con nosotros un tiempo.


En octubre de 1982, empieza una nueva era para mí. Conseguí un empleo como cajero, en el Banco de Crédito en Lima. Estaba muy alegre y no podía ser para menos, después de tantos problemas, entrar al banco número uno del país, no era poca cosa. Allí estuve muy a gusto durante los primeros años, y logré compartir gratos momentos con buenas amistades, en una actividad seria y que exigía responsabilidad. La experiencia que tenía en caja, y la corta carrera universitaria me favorecieron para conseguir el empleo. Al ingresar al banco suspendí los estudios universitarios, pues era muy difícil para mí, hacer ambas cosas, más aún si recién salía de un tratamiento prolongado. La verdad, que el banco, absorbía todo mi tiempo, especialmente, cuando iniciamos un período de preparación, en la escuela de capacitación.

Al termino de ésta, se me asignó para trabajar como operador de teleproceso o más comúnmente, como cajero.Se respiraba un espíritu de competencia y se notaba cierta frescura en nuestro equipo, dada la juventud de muchos de mis compañeros. Nuestra sección era una de las más grandes, en la oficina principal de Lima, en Lampa. Aproximadamente unas 20 o 30 personas trabajábamos en un amplio recinto de atención al público. Habían 4 ó seis supervisores que controlaban a su vez a 4 cajeros cada uno. También teníamos a un Jefe de todos, el Sr. Cárdenas.

Al poco tiempo de ingresar fuimos testigos, que en el banco, la competencia y la lucha por lograr metas, llevó a algunos a utilizar métodos ilícitos para lograr sus fines. Aquí, yo viviría situaciones desconocidas para mí hasta entonces. El jefe de nuestra sección fue separado por descubrirse irregularidades. Comprometió a varios funcionarios del Banco, así como a varios cajeros, en cuyos terminales aprovechaba, para realizar operaciones no autorizadas. En la sección, fuimos investigados durante varios días. Para ello utilizaron métodos denigrantes, propios de una policía secreta en época de guerra, sin considerar que éramos jóvenes que hacía poco habíamos llegado a ésta institución.  A pesar de que salí bien librado de la investigación, quedé advertido de lo peligroso que es trabajar con dinero; más aún cuando se desconoce con quien se trabaja.

Sin embargo, en el Banco, también pase momentos de alegría y además me reportó muchas satisfacciones. A pesar de que no tenía un sueldo importante, me permitía tener ciertas comodidades. También realicé algunos viajes cortos, como a Huaraz con Lucho Palacios, done visitamos, la laguna de Yanganuco, El callejón de Huaylas y la ciudad de Yungay, desaparecida a consecuencia del aluvión ocasionado por el terremoto del año 1970. También conocí Caraz, Carhuaz, así como la Central Hidroeléctrica del Cañón del Pato, ubicada justo en la unión de la cordillera Blanca y Negra en los Andes peruanos. La visita a la Hidroeléctrica fue posible gracias a la gestión de un funcionario de ELECTROPERÚ, quien era parte del grupo turístico en que viajábamos e intercedió para que nos dejasen pasar. En esos días el acoso terrorista empezaba a hacerse sentir y las empresas tomaban sus precauciones.

En la ciudad visitamos el museo y las ruinas aledañas. Tomamos también un tour que nos llevó a Chavín de Huántar. Quedé impresionado al ver el lanzón monolítico que allí se exhibía. El viaje a Chavín fue largo y el paisaje impresionante. Pasamos en el camino a orillas de una laguna muy bella y un paso arriba de los 4,000 metros de altura. Atravesamos para ello un túnel para descender a Chavín. Mi primera impresión fue encontrar un lugar muy pobre y muy poco cuidado. Pero al entrar a las cavernas de las ruinas sentí la sorpresa y admiración por la gente que había vivido allí. Las galerías tenían un adecuado sistema de ventilación y drenaje de agua. En este viaje me divertí y conocí mucho. Al regreso comimos truchas, en una casa rústica cerca de la laguna.

Años después, visité a Ricardo, hermano de mi mamá quien vivía en Huánuco. Viajé con Carlos Enrique Graziani, compañero de colegio. Fue la primera vez que subí a un avión. La nave era un Focker, que aterrizó en una pequeña pista. El aeropuerto era prácticamente una casa. Un taxi nos llevó a casa de mi tío. Allí visitamos la ciudad y las ruinas de Kotoch. No pudimos ubicar la representación de las Manos Cruzadas. El estado de conservación del complejo dejaba mucho que desear. Fuímos a pie; pero al regreso conseguimos ser transportados a casa en una camioneta. Viajamos con mi primo Moisés a Tingo María. El trayecto es muy bello. Se puede apreciar como cambia la vegetación de un sitio semi árido, que es Huanuco, a la vegetación propia de la selva. La carretera marginal estaba muy buena, aunque había tramos en mantenimiento. Al margen de ella se veían árboles muy altos que serpenteaban un río. Cuando llegamos a Tingo visitamos el Hotel de Turistas. Al poco tiempo empezaba una llovizna. Al rato se desató una lluvia impresionante. El taxi que nos llevaría de regreso fue tomado por otra persona. Su chofer, al vernos, y sabiendo que nos había ofrecido retornarnos, nos ayudó a conseguir otro carro. En la carretera no se podía ver casi nada por la lluvia. Parecía que una cortina de agua iba delante del automóvil. La lluvia duró casi todo el trayecto. No pudimos conocer la Cueva de las Lechuzas, pero sí vimos la Dama o bella durmiente, dibujada en los cerros, al pie de la ciudad. El pueblo de Tingo María es pequeño. Basta caminar pocas cuadras para recorrerlo. En una tienda nos ofrecieron cabezas reducidas, cosa que desde luego no aceptamos.


Eran tiempos, de fiesta, diversión y osadía. Por ejemplo, luego del matrimonio del hermano de Javier Cossío, salimos el grupo de los siete, en dos carros, siguiendo al carro de los novios para gastarles una broma; luego de un rato, los perdimos de vista. Al poco tiempo, contactamos un grupo de chicas que iban en su automóvil. Luego de una breve conversación, de carro a carro, acordamos ir con ellas a una discoteca. Cuando nos dirigíamos por la avenida Arequipa cerca de ellas, otro grupo de muchachos, menores a nosotros, empezaron a fastidiar a las muchachas que nos seguían. Al acercarse a nosotros, desde su carro nos dijeron algo, y sin mucho diálogo, Javier les lanzó un escupitajo, que le cayó en la cara a uno de ellos, poniéndose furiosos y retándonos a una pelea. A pesar del estado, en que nos encontrábamos, y más bien debido a ello aceptamos, sin advertir que venía más gente, en otro automóvil, por lo que en ese momento, nos superaban en número. Esta es la única pelea campal en la que he tenido parte en mi vida y de la que salí con un golpe en la cabeza por una patada que recibí de alguien. Quedé atontado, tendido en el suelo, donde recibí algunos golpes más, hasta que Alfredo los persuadió para que allí terminase todo. Minutos después, fuimos a la discoteca con las chicas. El día lunes fui a trabajar con algunas magulladuras contando el episodio despreocupadamente.


En el año 1985 viaje con Gustavo al Cuzco. Lo hicimos primero en ómnibus hasta llegar a la ciudad de Arequipa. Permanecimos allí los días de fiestas patrias 28 y 29 de julio. Dos cosas que me impresionaron mucho fueron el calor que había en esos días la ciudad y que casi llegó a los 30 grados; y la escasa cantidad de personas que se veía en las calles. Pudimos conocer el volcán Misti y otros sitios cercanos. Visitamos el convento de Santa Catalina y algunos templos. Recorrimos la campiña y almorzamos en un sitio campestre y estuvimos alojados en el hostal llamado "la Casa de mi Abuela".


Viajamos por tren hasta Puno. Recorrimos el lago Titicaca en un bote a motor. Luego de casi una hora de navegar llegamos a la isla de los Uros. Compramos artesanía bordada por ellos. En la ciudad visitamos Sillustani y observamos las Chulpas, o tumbas funerarias que allí se conservan. Pude ver un reptil dibujado en una de las piedras que captó mi atención. En Puno pasamos dos noches. El primer día estuvimos alojados en el Hotel Internacional y luego pasamos al hotel El Ferrocarril, para estar más cerca de la estación del tren.


En la mañana partimos hacia el Cuzco, también en tren. Recorrimos el valle del Urubamba. Pasamos por Sicuani donde compré alguna artesanía. En el valle nos señalaron la naciente del río. Vimos como crece su caudal a medida que se desciende al Cuzco. Aquí pasamos aproximadamente 6 días. Para conocer algunos puntos de la ciudad y sus alrededores, tomamos tours cortos y recorrimos muchos sitios. En un primer tour visitamos la fortaleza de Sacsayhuamán, Puca-Pucara, Quenco. Nos internamos en el valle sagrado de los incas para conocer Ollantaytambo, las andenerías en Pisac, y otras ciudades cercanas como típicas Chincheros. Un segundo tour fue necesario para conocer Pikillacta, y la iglesia de Andahuaylillas. En ese viaje pude comprobar lo mal que están custodiadas las riquezas de las iglesias. Tal como me lo había dicho una amiga cuzqueña, cuando estudiaba en el británico, en Lima, sólo era necesario darle una pequeña propina al guardián para que abriera la custodia de la Iglesia y nos muestre sus valores.


Hablar de la ciudadela de Macchu Picchu, en el Cuzco, es algo muy emocionante, y para describirla puede ser insuficiente lo descrito con palabras. Es impresionante la majestuosidad del lugar y cuando uno llega, poco a poco se apodera de uno un sentimiento de admiración, tanto por su belleza como por lo imponente de su realización. Para acceder a ella, hicimos el recorrido en tren, desde la ciudad del Cuzco. En la localidad, subimos en los ómnibus que se encontraban dispuestos en la estación para tal fin. Tomé muchas fotos embelesado por su belleza. Fue en un día nublado, y esto le daba un aspecto místico, espiritual. Para mí el lugar posee algo mágico y que inspira respeto. Es increíble lo inaccesible del lugar y la ubicación estratégica donde fue construido. De alguna manera, fue hecho así, para dar protección a los que allí se encontraban, en tiempo de la conquista hecha por los españoles. Estuvimos pocas horas en el lugar y almorzamos en el Hotel de Turistas. Creo que no fue suficiente un día para recorrerla totalmente; pero sí para comprender la grandeza del Imperio de los Incas y la importancia del pueblo que edificó tan grande monumento, ahora patrimonio de la humanidad y maravilla del mundo.


Pasó el tiempo, y considerando la desfavorable y riesgosa situación laboral, hice todo lo necesario para ubicarme en otra sección. César Roca, que era ahora, mi nuevo jefe en Caja, me advirtió de la responsabilidad de ése puesto y de los problemas que me sobrevendrían. A pesar de ello, decidí continuar con mis gestiones para el cambio. Obtuve una cita ante la Gerencia con el señor Muñoz. Al entrevistarme, me habló en el mismo sentido que lo había hecho César; le dije que me sentía capaz de ejercer el nuevo puesto. Luego de un tiempo, ante la necesidad de personal en la División de Bolsa y Cambios del Banco, autorizaron mi traslado, a la que se consideraba la mejor sección, especialmente en cuanto a compensaciones económicas se refería.


Luego de una entrevista, con el Sub Gerente del Área, el señor Walter Bolarte, fui asignado a una tediosa y sacrificada labor en la bóveda, lugar donde llevamos a cabo la mecanización y sistematización de los valores y títulos del Banco, compartiendo ésta labor con Bruno Alessi, Carlos de Trazegnies, Ronald Yankke, Virgilio Wong: También participaron, otros empleados de la sección Valores, con quienes compartimos el trabajo. Nuestra labor era clasificar títulos, contar bonos y realizar operaciones manuales de suma y verificación. Las condiciones del trabajo eran poco agradables. La bóveda era fría y tenía poca ventilación. Era muy distante de lo que había imaginado. Además de ello, la situación económica empeoraba cada día en el país. Eran los años 1986, 1987, y ante la crisis que ya imperaba por el desgobierno aprista, decidí dejar de fumar.

Pronto nos dimos cuenta, que el trabajo en la bóveda, era un lugar de castigo para todo aquel que se enemistaba con el Gerente Ferrogiaro. Virgilio Wong, no llegó a ver el trabajo concluido pues murió de cáncer poco tiempo después. La señora Estela, secretaria del Gerente, también falleció en esos días. Toda la sección, sabía de las imprecaciones y malos tratos que ella recibía. La señora Estela, sin embargo, era una persona muy noble y distinguida, porque supo hacer oídos sordos ante sus palabras. Definitivamente alrededor del Gerente había un mal aura que se sentía como una sombra. Hacía poco tiempo que Enrique García, había salido de la sección humillado por Ferrogiaro y murió en un accidente. A Enrique lo conocí justo antes de mi cambio en la sección Caja, donde fue trasladado. El trató de desanimarme, respecto a mi solicitud de cambio. Luego comprendería, que éste señor gerente, era una mala estrella para todo aquel que se cruzaba en su camino. Logré evitar convertirme en la siguiente víctima, de esta racha de malos augurios; pero no pude evitar perder el equilibrio emocional. Estar cerca a él, se hacía intolerable; y el temor del que era presa toda la sección era evidente. Esto lo percibí apenas ingresé, y aunque lo subestime, creyendo que no me alcanzaría ésta mala vibra, se apoderó de mí el temor en grado extremo, y ésto, a pesar de que nunca tuve un entredicho con él. El maltrato psicológico del que hacía uso generalmente, generó en mí un sentimiento de impotencia, temor y desánimo.


Recaí en mi enfermedad después de cinco años y fui internado en la clínica San Isidro, especializada en ese entonces en tratamiento psiquiátrico, la cual tenía convenio con el Seguro Social. Allí pude apreciar el maltrato de su personal hacia el paciente que se atendía. Recuerdo el día que llegué y de cómo me envolví, en una pelea con varios enfermeros, quienes luego de ello, me sedaron por muchas horas, para hacer la cura del sueño. Observé también cómo muchas veces provocaban al paciente, mediante la inadecuada administración y suministro de las medicinas, con lo cual lograban su empeoramiento o estancamiento. A éstas clínicas, por su convenio con el seguro, les convenía retener a los pacientes para lograr mayores ingresos. Estuve internado algo más de dos meses, tiempo durante el cual tuve licencia por enfermedad en el Banco. Esto constituye un triste recuerdo para mí y estoy seguro, para muchos de los que tuvieron que atenderse aquí.


Retorné nuevamente a la bóveda de valores, pero pronto me di cuenta que éste lugar ya no lo podía tolerar, y aprovechando mi convalecencia pedí ser cambiado de puesto dentro de la misma sección, a lo que accedieron. La nueva labor era más tranquila, pero me encontraba, más cerca del gerente, lo que era un verdadero peligro; además, continuaba en una labor rutinaria, tediosa. Ocupábamos un área del tercer piso del local situado en la calle Lampa. Como dice el refrán "no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista", se cumplió con éste señor de apellido italiano, y se fue al extranjero, para no volverlo a ver más. El ruego silencioso de muchos de la sección se cumplió. En su reemplazo se sucedieron hasta dos gerentes, Federico Muhletaller y Reynaldo Chiarella. Y como era de suponer, la atmósfera interna, mejoró casi de inmediato.


En el país se vivían momentos intensos; el presidente en ejercicio del Perú, Alan García, pretendía estatizar la Banca. La mejor salida que encontraron los accionistas del Banco, fue transferir sus acciones a los trabajadores, para lo cual, firmamos documentos, para la compra de un determinado número de acciones.


En los años siguientes el malestar de la población se generalizó. A la inflación galopante y sideral, se sucede, la escasez de productos y colas por conseguirlos, la especulación en la comercialización de muchos bienes, el caos en el transporte colapsado por la falta de unidades nuevas de reemplazo, las huelgas, los cortes de agua y luz casi todos los días. Todo generó un clima donde la violencia aumentaba cada vez más y tuvo su máxima expresión con la aparición del terrorismo salvaje, con su secuela de destrucción y muerte. En ese entonces, parecía que estábamos viviendo los tiempos de las plagas bíblicas, y el malestar era generalizado. En cada esquina se sentía inseguridad y tensión. Los vendedores ambulantes se habían apoderado literalmente de las calles. Los atentados terroristas eran numerosos. Los que íbamos al centro de Lima, padecíamos un verdadero martirio.


En ese contexto, a mediados de 1988, la División de Negocios Empresariales, se trasladó a la nueva Sede Central, en la Molina. Para facilitar la llegada puntual de los trabajadores, el Banco dispuso varios ómnibus, que nos recogían a lo largo de la avenida Javier Prado, y que por motivos de seguridad, se les retiró al poco tiempo, el logotipo del Banco. Un año más tarde, se celebró el Centenario del Banco de Crédito con una gran fiesta y se otorgó algunos incentivos a los empleados, además de algunos recuerdos, tales como una medalla conmemorativa.


Iniciado el gobierno del nuevo presidente de la República ingeniero Alberto Fujimori en 1990, se produjo un ajuste económico denominado "Fujishock", que generó desconcierto entre la población del país porque en su campaña dijo que no lo haría. El Banco reajustó inmediatamente los sueldos de sus empleados. De igual manera, se habían dado algunas reformas legales que modificaban el uso de divisas y la transferencia de acciones. Desde ese momento los empleados podíamos negociar en Bolsa nuestros certificados de acciones.


El Banco ejerció presión indirecta para la recompra de acciones en poder de los empleados y adoptó como política de personal, mantener bajos nuestros sueldos para así obligarnos a venderlas. En poco tiempo, el control del Banco fue retomado por los antiguos accionistas.


El 5 de abril de 1992, el presidente Fujimori decide autoritariamente disolver el Congreso con el apoyo de la cúpula militar. De esta manera comienza a concentrar el poder y debilita la democracia. Se inicia la lucha de la oposición como respuesta al proyecto autoritario. El discurso político se encontraba muy caldeado. Dos personas se auto proclaman como presidentes: el presidente del Congreso cesado, Ramírez del Villar; y Luego San Román, vicepresidente de la República. Sin embargo el respaldo internacional indirecto consolidó poco a poco el régimen.


Casi en esta misma fecha, decidí renunciar al cargo en el Banco por voluntad propia, cumpliendo un deseo postergado por varios años. Considero que fui incapaz de sobrellevar la vida agitada de la sociedad y la natural presión del trabajo. Ahora, fuera del trabajo tenía más tiempo para dedicarme a la compañía y atención de la enfermedad de mi madre, que me preocupaba. Me dediqué en casa a labores del hogar. Por otra parte, sentí que había perdido algo importante, tanto por la seguridad económica, como por la protección de la seguridad social contra accidentes y enfermedades.

jueves, 22 de enero de 2009

LOS TURBULENTOS AÑOS 70´s

Sin embargo, alrededor de mis diez u once años de edad, el mundo ideal que tenía como entorno, fue sacudido por los hechos de la realidad que me tocó vivir. A ésta edad, ya era consciente de las estrecheces económicas, que padecían mis padres, y el esfuerzo que hacían para afrontarlas. La comparación que hacía, con la situación tan diferente que se vivía en casa de los padres de mis amigos, también me causó preocupación y angustia. Y me dolió mucho más aún, cuando Ricardo, mi mejor amigo, se mudó de barrio. Desde allí, nada fue igual, aunque al principio, iba a su casa a visitarlo, poco tiempo después, dejé de hacerlo. Así fue como empecé a refugiarme en mi mismo.


Por otra parte, la inestabilidad política, originada por el golpe de estado del 3 de Octubre de 1968, contra el Presidente constitucional de la República, el arquitecto Fernando Belaúnde Terry, empezaba a afectar la vida de las personas. La situación económica y social se tornó cada día más difícil, tanto para nuestra familia en particular, como para el país. A mi padre, que era empleado público, ésta realidad, le fue muy dura; y a pesar de su buen carácter, los cambios que se sucedieron rápidamente en el país, alteraron su ánimo.


Nosotros alquilábamos la casa en que vivíamos a un miembro de las fuerzas armadas. Se voceaba, en esos días, que el gobierno de facto, impuesto por el general de cuyo nombre no quiero acordarme, daría en propiedad las casas alquiladas a sus inquilinos congelando los alquileres; en precaución, el propietario nos pidió la casa, con el pretexto de vivir en ella, cosa que no hizo.


Marcia, se casó con Yolvi Senno Salazar, el 18 de Junio de 1969. Yolvi, fue mi padrino de confirmación, pues era una persona buena, y me caía muy bien. En casa celebramos el matrimonio con una pequeña recepción para la familia y amigos. Esta reunión fue también nuestra despedida de la casa. La tristeza de saber que pronto saldríamos, fue mitigada, momentáneamente, por las nupcias que trajeron mucha alegría a nuestra familia. Sus hijos, fueron los únicos nietos que mi padre conoció, ellos son Giuliana Verónica, Yolvi Eduardo, Christian Alexis, mi ahijado de nacimiento, y Ursula María, que se constituyeron para mí, en casi unos hermanos menores.




Este mismo año, nos mudamos a la casa ubicada en la tercera cuadra de la calle Coronel Inclán, también en Miraflores. Esta casa era más chica y calurosa, además no teníamos acceso fácil a la azotea, y por ello, ya no era posible jugar y criar animales como antes. La zona, resultaba algo más popular, y bulliciosa. Sentí, la ausencia de mis amigos con mayor intensidad, aunque aquí también tenía amistades, por lo cercano que quedaba a mi colegio. Me alejé de los amigos de la niñez y desde entonces nos vimos muy poco.


Nosotros ocupamos los altos, en el 336; y mis tíos Enrique y Cachito, con su familia, los bajos, en el 328. Esta casa, fue dividida, arreglada y reconstruida aceleradamente, antes de nuestra llegada y ante la urgencia de desocupar la casa donde vivíamos. Ahora, la abuela Josefina, ya no podía vivir con nosotros, porque no podía subir bien las escaleras debido a su gordura y a una lesión en el pie izquierdo, que se había lastimado años antes. Ella vivió con Cachito, y siempre la visitábamos, especialmente mi papá. Sin embargo la abuela subía a almorzar con nosotros una vez por semana, haciendo un verdadero esfuerzo.


Me doy cuenta ahora, que en aquellos días estuve envuelto en un estado depresivo, y que tampoco fue observado por mis padres y familiares cercanos. Los hechos que acontecían y que yo no podía cambiar con mis limitados recursos y capacidades hicieron que afloren sentimientos de impotencia, tristeza, rabia y pena. Ante ello, busqué refugio en la radio, y en la soledad. Pasaba las horas escuchando música, tendido en la cama, siguiendo las noticias de la guerra del Vietnam. La música y canciones me alejaban de mis problemas y me hacían vivir sueños no realizados. La adolescencia es una etapa fundamental en la vida, donde hay que guiar al niño o joven para que sea independiente. Hay que hacerle comprender, que en la vida no todo gira alrededor de él; sino que tiene que salir al encuentro de los amigos cuando éstos por hechos comunes y normales, se han alejado. Sin embargo para ello, me faltó en esos días carácter y decisión, y deje irse a mis amigos como se van las hojas arrastradas por el viento.


Al mismo tiempo inicié la afición por la colección de estampillas. La filatelia es un arte que demanda mucho tiempo, y en ese entonces, éste me sobraba. Esta actividad acompañó mi soledad, aunque fomentó aún más mi individualismo. También me exigió orden y paciencia y me demandó realizar planes para conseguir mis objetivos. A pesar, que en su momento le reconocí alguna importancia, luego de muchos años, me di cuenta que su práctica era absurda y decidí vender mi colección en unos pocos soles. Todo el esfuerzo que me había costado conseguirle, tanto en tiempo como en dinero, lo remate por menos de 30 soles en el parque de Miraflores. La verdad que quise romper con el pasado y dejar atrás todas esas horas absurdas metido entre papeles con la ilusión de algún día venderlas.


Estoy convencido también, que es bueno tener alguien a quien contarle sus cosas, problemas e inquietudes; pues muchas veces uno, cuando se queda callado, no ve las cosas en su justo significado, lo cual no ayuda, a resolver y aclarar, en forma oportuna, el problema que la situación plantea. Ahora comprendo que la costumbre que tenía de ir a llorar solo debajo de la cama hasta que alguien fuera a buscarme para darme consuelo, no era muy saludable; como tampoco lo era, el escuchar entristecido, canciones, por horas y horas. Casi nunca acostumbré contarle a alguien de mis cosas. Era una manera muy diferente de ver la situación. Hoy en día, los padres están más preparados para estar al lado de sus hijos y preocuparse por sus inquietudes.


La opinión de una persona mayor, que pueda ser nuestro consejero y amigo, es muy importante. Nos dará una visión compartida, que servirá para apreciar el hecho desde otro ángulo. Lo ideal es que ésta guía o consejo provenga primordialmente de los padres y sólo a falta de ellos, el rol debe ser asumido por un familiar cercano, maestro, sacerdote o amigo, quienes estarán atentos en fomentar las buenas amistades y sana conducta.


Me considero una persona introvertida, que no le gusta contar sus problemas a nadie. Tan sólo cuando requerí ayuda profesional lo hice en alguna medida; aunque al principio, tampoco en la debida forma. Tal vez me sinceré, mucho tiempo después, cuando conocí personas amigas que me escucharon, y a la vez ayudaron a aceptarme a mí mismo.


Durante mi permanencia en el colegio, considero que fui un buen estudiante aunque pude ser mejor. En cuanto a las calificaciones, estaba generalmente entre los 15 primeros, de cincuenta alumnos. Una vez logré un tercer puesto, ante el incentivo de un familiar, quien prometió regalarme un reloj de pulsera si quedaba entre los tres primeros, lo cual hice. Practicaba, a la vez, mucho deporte, ya sea a la entrada o salida del colegio, o en los recreos. Participé en los equipos deportivos de mi clase y en varias oportunidades representé al colegio jugando al fútbol. Las dos horas que teníamos de gimnasia eran las más esperadas de la semana. Allí practicábamos varias disciplinas deportivas como gimnasia, básquet, voley, natación, atletismo, etc.


La actividad más esperada a fin de año, eran los Juegos Florales. Cada grado presentaba a sus mejores representantes del campo artístico, tanto en lo poético, musical y teatral ante familiares y amigos. En una ocasión, tal vez en cuarto de primaria, formé parte del elenco, en la representación de la obra de teatro "Los sobrinos del tío Canuto". Esta se presentó a fin de año con mucho éxito. Durante la preparación se formaron dos grupos y tuve la dicha de representar la obra ante varios salones de clase, en el auditorio del colegio. Allí pude experimentar lo que significa el contacto del actor con el público espectador y lo agradable que es percibir los aplausos y risas que la obra suscita. Así pasé los primeros años escolares, dividiendo el tiempo entre los estudios, la práctica de los deportes, paseos, campamentos y diversiones sanas.


Un hecho que conmocionó mucho a mi familia fue cuando un 4 de agosto de 1970, recibimos la triste noticia del extranjero, acerca de la muerte, por un infarto, del tío Miguel Yrivarren Abeo, quien pertenecía al servicio diplomático de nuestro país. Esto ocurrió en el momento que se preparaba para su regreso a Lima, luego de una prolongada ausencia. Ese día, todo a nuestro alrededor, era llanto y desconsuelo. Al llegar a casa del colegio, encontré la puerta abierta, y recuerdo aún, ver a mi papá y sus hermanos llorar como niños. ¡Qué imagen tan dolorosa ver llorar a un padre, y saber en ese momento, tan poco acerca de la muerte! Confieso que a los trece años, aún no tenía conciencia de lo que la muerte era y sabía muy poco acerca de su significado. Incluso no conocía aún ningún cementerio y recién 6 años después, lo haría para despedir a papá.


Estoy convencido, que uno debe conversar, con los niños, acerca de la posibilidad de la ocurrencia del deceso de algún familiar cercano, haciéndoles ver lo natural que la muerte es, a pesar del dolor que ésta conlleva, para que de esta manera, no les sorprenda cuando ocurra, y evite o aminore el dolor que ella causa.


Poco tiempo pasó, para que mi tía Juana Giorza, la viuda del tío Miguel, a quien llamamos Juanita, y quien fue mi madrina de bautizo, llegara del extranjero con mis primos. Miguel, su hijo mayor, quien vivía con nosotros, en esos días, ante la inminencia del retorno de su padre, tuvo que viajar a Liverpool, Inglaterra, para repatriar el cuerpo de su papá y acompañar a su madre y hermanos de regreso a su patria. Pronto se vio la solidaridad de la familia y no pasó mucho tiempo para que todos ellos se acomodaran entre nosotros. En los altos de la casa, sus cuatro hijos varones, Juan Miguel, Juan Luis, Marco Antonio y Enrique; y en casa de la tía Cachito, Juanita con sus dos hijas, Denisse y Eliana. Permanecieron en nuestra casa mientras se ubicaron y se establecieron en su departamento. Para ello esperaron, que desocuparan el departamento, que ellos alquilaban mientras vivían en el exterior. Mis primos vinieron de Europa con ideas nuevas. La libertad que gozaban y su contacto con otras culturas, les dieron muchas ventajas respecto a nosotros. Aquí teníamos prejuicios, que ellos habían superado hace mucho tiempo. También habían vivido antes en Japón y otros países. Nuestra vida de algún modo perdió paz ante todos éstos acontecimientos. Literalmente revolucionaron nuestro entorno.


En una actividad que realizamos en el año 1972, sucedió algo inesperado y dramático; particularmente para los que estuvimos cerca de Rómulo Franciscolo Ramos, compañero de sección, que asistía por primera vez a un campamento organizado por el colegio. Cuento este hecho, como testigo excepcional del mismo, pues junto a otros compañeros, lo acompañábamos, en una localidad cercana a Chosica donde habíamos salido de caminata, con el objeto de conseguir y seleccionar alguna flora de la zona, para poder realizar un trabajo para el curso de biología con el hermano Barsen. Ya cansados, decidimos regresar, pero uno de los siete u ocho, del grupo de 10 ó 15 que habíamos salido, no vio mejor opción que intentar pedir a alguien desconocido, nos lleve en su automóvil. No pasó mucho tiempo cuando una camioneta de la entonces Compañía Peruana de Teléfonos que pasaba por la zona, se detuvo para llevarnos. Subimos despreocupados, sin imaginar el desenlace futuro. Al cabo de un tiempo, en la camioneta pick up, la mayoría nos dimos cuenta, que el chofer quería gastarnos una broma, pues a pesar de que nosotros le señalamos que ya se había pasado del lugar, decidió continuar su trayecto en la carretera central, hacia Lima. Rómulo, atemorizado porque nos llevaba más allá del campamento, y en un acto en el cual la razón no le acompañó, se arrojó del vehículo, ante la sorpresa de todos, cuando el vehículo iba a más de 70 Km. por hora. A pesar que la fatalidad rondó el lugar, Rómulo logró sobrevivir y se reintegró al colegio, un año después. Por supuesto, nadie sabía lo que iba a pasar en aquellos segundos, en los cuales se evidenció la inseguridad e inestabilidad emocional por la que pasaba nuestro compañero. Estas situaciones, aunque son imprevisibles, cuando suceden deben ser manejadas con mucha serenidad, y hay que estar atentos y preparados para actuar con la cabeza fría ante un hecho similar.


A la edad de 16 años, recién empiezo a salir a algunas fiestas con amigos del colegio. En una de las primeras, cerca de casa, me sentí muy incómodo. Estaba desorientado por el ambiente que allí reinaba. La música frenética, el licor, el humo, y los bailes se combinaban en una armonía que no entendía. Recuerdo que me retiré al poco tiempo, sin dar mayores explicaciones, envuelto en una nube de pensamientos, y viendo en contraposición, como otros se sentían tan cómodos bailando. Me encontraba inmerso en la época de la adolescencia. La confrontación de valores sucedía tanto en la sociedad como en mí; y mi vida, empieza a agitarse y hacerse parte de la realidad. Esta se presentaba, inestable, confusa y; llena de hechos y situaciones, que no me gustaría volver a vivir en las mismas condiciones.


Lo que imperaba en la juventud de aquella época era el desorden. El hipismo predominaba como sentimiento y modelo de vida. El uso del pelo largo, el alcohol, el tabaco, las drogas y diversión era muy común cada día. El amor libre y la paz era tema de inspiración de muchos cantantes de la época, como oposición a las guerras, en especial la de Vietnam. Muchos cayeron en la seducción de la fácil diversión; como una expresión de rebeldía, ante la aceleración de los cambios. La independencia, individualismo y a la vez protagonismo, empiezan a querer tomar parte de nuestras vidas.


En el primer quinquenio de la década del 70, la droga de moda era la marihuana. Muchos de los estudiantes de secundaria de los colegios de Lima la consumían como diversión, aunque también algunos más osados, la empleaban como negocio. Fue muy triste y vergonzoso, ver como algunos miembros de mi familia y amistades, caían en la tentación del consumo de drogas; pero a mí la conciencia me decía, que aquello no era bueno.


Yo, no fui ajeno a la realidad y valores que imperaban, y me fue imposible mantenerme al margen de su consumo, a pesar de que al principio me molestaba y dolía mucho el saber que otros lo hacían, se presentaba como algo natural y divertido por lo que fui en ocasiones presa de ésta tentación. Mantuve no obstante, una prudente distancia y luego de pocas veces la dejé, porque no me reportaba bien alguno, y también porque no sentía ninguna sensación agradable, más bien puedo decir que sentí sensaciones desagradables que hicieron que muchas veces huyera de las ocasiones que se presentaban y de quienes la ofrecían.


Muchas veces el medio o círculo que uno frecuenta le encierra y envuelve a uno. El no seguir el consejo de mi conciencia fue la causa por la cual muchas veces fui tropezando, cayendo y levantándome, aunque no siempre sin dolor. Eran días de cambio y angustia para la sociedad en general. Los amigos del colegio, nos reuníamos despreocupados, en forma evasiva, especialmente en verano, para pasar el rato y divertirnos; yendo a la playa a correr tabla y otros tan sólo a ver el sun set. Corrían los años 1973 y 1974, y tan sólo el deseo de mantener las amistades, me hacía tolerar a aquellos, que utilizaron la droga como refugio. Es importante destacar que hubo algunos, que a pesar de salir en grupo, se mantuvieron al margen ante esta amenaza tomando conciencia a tiempo, que es algo muy malo y peligroso, para la vida misma.


Como nos lo dijera años más adelante, en nuestras "Bodas de Plata", el hermano Barsen, maestro renombrado del colegio, que llegó a ser Provincial de los Maristas en el Perú, la época que vivimos, fue una época muy difícil y desagradable: y que no pudo ser evitada; que ellos, los maestros, sabían que eran tiempos difíciles, y que a pesar que ellos tenían identificados a los alumnos que la consumían, poco podían hacer, pues en ese entonces, no se podía luchar contra la corriente y la moda que imperaba.


Sólo en una oportunidad en una de las salidas en grupo, por las calles de Miraflores, y seguramente, luego de ver alguno de los partidos de basketball de interescolar, me sentí muy mal, con el pulso acelerado y con un adormecimiento general del cuerpo. Estuve sin poder moverme por un lapso de dos o tres horas, y aunque no estaba inconsciente, me costaba mucho movilizar los brazos o piernas, y al intentarlo parecía que lo hiciera en cámara lenta; también veía pasar gente que se acercaba y luego se iban. Felizmente, la Providencia quiso, que una señora y su hija, se compadecieran de mí, y aparcando su automóvil, me ofrecieron llevarme a mi domicilio, cosa que acepté. Me condujeron hasta la puerta de mi casa, o mejor dicho frente a ella, y luego de llegar a mi habitación, continué con los efectos hasta la mañana siguiente. En algún momento pensé, que sería conveniente contarles a mis padres lo sucedido, y decirles quienes eran los compañeros con quienes me juntaba, pero fue algo que nunca hice.


Una preocupación muy común en la adolescencia es el interés que se desarrolla, por el sexo y la sexualidad. La forma cómo fui aprendiendo del sexo fue a través de conversaciones con amigos. Ellas no estaban libres de las fantasías propias que el conversador de turno a uno le proporcionaba. La información que tuvimos en esos años respecto a esos temas fue limitada, y fue más grande el deseo que se incrementaba al ver revistas, fotos y películas no aptas para menores. Muchos, alguna vez falsificamos la edad del carné escolar, o le dimos una propina extra al encargado de controlar el ingreso al cinema. Estas revistas y/o películas pueden ser muy dañinas para personas que no tienen ningún conocimiento del tema, por la forma como enfocan esos asuntos y también porque presentan y adelantan situaciones vividas en otros países y que luego tratan de ser imitadas. Nosotros recibimos una información muy limitada, y sólo en quinto de media, se nos dio alguna orientación en cuanto a normas de higiene y prevención de enfermedades. Había mucho temor de parte de los educadores al enfrentar estos temas.


Hoy en día, la situación cambió radicalmente, y la información que está al alcance del adolescente actual, casi no tiene límites, ello, debido a la apertura de las comunicaciones y en especial al auge que ha cobrado el Internet. Hoy, los padres y maestros, deben luchar, por canalizar la forma cómo llegue ésta información y hacer que puedan diferenciar la información científica de la que no lo es y no sirve. Hoy la posibilidad de establecer contactos con otras personas es real y también es alta la posibilidad de contraer la enfermedad del SIDA u otras ETS.


El año 1974 se presentó como un año de expectativas y definiciones. Fue el año de nuestra despedida del colegio. Todo fue muy acelerado y difícil. Los que pudimos evitar la "purga" del año anterior, quedamos golpeados emocionalmente, porque muchos compañeros reprobaron el año anterior. A otros los expulsaron y otros se fueron por su iniciativa. De las tres clases con 40 personas cada una, quedamos sólo alrededor de 25 alumnos por cada clase. Los cursos en el colegio se tornaron más exigentes. Incluso, el profesor principal, que tuve en quinto de media inició su discurso con la frase: "Queridos sobrevivientes..."


A la mitad del año, mi padre pudo recién comprarme los anteojos que necesitaba desde el año anterior. Debido a ello, obtuve malas calificaciones en los cursos de química y trigonometría, en el primer trimestre. Al finalizar el año tuve un incidente con el profesor Brunello, que enseñaba éstas dos materias. Como no quería salir reprobado en ambos cursos, decidí dedicar todo mi esfuerzo al estudio de química y no dedicar esfuerzo alguno al estudio de trigonometría, cosa que el profesor, lógicamente no vio con buenos ojos. Para aprobar química necesitaba sacar promedio catorce en los dos trimestres que restaban. El segundo trimestre lo logré y no hubo problema alguno. En el último examen del tercer trimestre hice un reclamo respecto a la calificación, sin embargo, el profesor no quiso cambiar a la nota que me correspondía y con ello me desaprobaba en los dos cursos. Ese día sentí gran impotencia y cogí mi examen y salí de la clase diciéndole una lisura al profesor, luego me dirigí al Director del colegio, con los ojos llorosos, explicándole la injusticia cometida. El Director intercedió y logré la nota aprobatoria en el curso de química. Hechos como éste, me dejaron un sabor amargo, y me costó mucho tiempo el superarlo. Pienso que todos alguna vez pasamos por esta clase de experiencias, donde no nos damos cuenta, o no tenemos el alcance real de lo que nuestra acción causará.


De niño, fui siempre pacífico y manso y gozaba de exceso de tiempo y poca vigilancia. Quien podría creer que el "corderito" de papá, podría jugar en sus tiempos de ocio de la siguiente manera: En casa me gustaba pasar a través de una ventana de tres cuerpos haciendo equilibrio, saliendo por un lado y atravesando el lado fijo, para salir por el otro lado de la ventana, que daba al jardín de la casa del vecino; exponiéndome a caer desde un segundo piso. Por esta misma ventana arrojé junto a Ricardo, avioncitos de papel encendidos al jardín de la casa de su abuela sin imaginar que ello provocaría que una silla que estaba abajo se queme. Otra locura, que felizmente no llegué a consumar, fue cuando intenté en el baño, y a puerta cerrada, cortarme con una tijera de mamá, lo que yo pensaba eran unos pellejitos que sobraban en la boca, debajo de la lengua, sin saber que eran las glándulas salivales. En otra ocasión, después de un triunfo de la selección de fútbol, pasé por encima de un automóvil que avanzaba a poca velocidad ante la sorpresa del conductor y los que allí iban.


El 3 de octubre del 1974, se produjo en Lima, un terremoto que remeció a la ciudad por cerca de dos minutos y durante el resto del año se sucedieron muchas réplicas. Ese año, adicionalmente, se produjo el fenómeno del Niño y hubo sol y calor sofocante por mucho tiempo. Llegó el fin del año 1974 y con ello la despedida del colegio. Nuestra fiesta de promoción se llevó a cabo con la animación de la orquesta de los hermanos Silva; cosa que era tradición en esa época, para los alumnos del Champagnat. Tuvimos que vender calcomanías para reunir fondos y completamos la diferencia con el aporte de nuestros padres. Fui a la fiesta, que se realizó en el club de Petroperú, con Aracelli Díaz Ortiz, quien aceptó la invitación que le hice tan sólo con un par de días de anticipación, sabiendo que otra amiga, a la que había invitado primero, se excusó de asistir. Mi hermana Patricia, fue invitada a nuestra fiesta por Alfredo de la Puente. La fiesta no me divirtió como a todos.


En Agosto de 1975 ingresé a la Universidad de Lima. Me había preparado en las academias San Ignacio de Loyola y La Sorbona, en Miraflores, pero en ambas no terminé la preparación porque no podía continuar con el pago; luego, por mi cuenta, desarrollé ordenadamente el prospecto de admisión, ajustándome a un horario que cumplí disciplinadamente. Ya, en la universidad, aprobé satisfactoriamente todos mis cursos del primer ciclo.


En marzo del 76, mi padre me presentó al Jockey Club del Perú para trabajar como empleado eventual, los días de carreras hípicas. Fue una bonita experiencia y logré ahorrar algo de dinero, que era más que suficiente para cubrir mis gastos personales; para comprar el material de estudios; y en especial, para aliviar en algo a papá. Iniciaba una etapa que se presentaba como un reto: trabajar y estudiar simultáneamente.


Conocí Ticlio, cerca de Lima, donde aprecié las cumbres cubiertas ligeramente por nieve por primera vez. Juan Luis mi primo manejó el automóvil Mercedes que era de los padres de su novia Pilar; también fueron Javier, Rafael y Juan Carlos. Pese al poco tiempo que me quedaba disponible, en los fines de semana practicaba fútbol y frontón. También gustaba de ir al cine, o reunirnos en algún chifa, o pizzería, para tomarnos algunas cervezas. En el tiempo de universidad frecuentaba a Wilfredo Cáceres, Javier Cossío, Alfredo de la Puente, Roberto García, Gustavo Infante, y Carlos Santolaya, entre otros. A manera de broma nos llamaban "el grupo de los siete" pues salíamos generalmente juntos. Estudiábamos en universidades diferentes, pero cuando podíamos nos reuníamos para pasar el tiempo sanamente. Fuimos a muchas fiestas y pasamos varios años nuevos en común tanto con las amistades de las hermanas de Wilfredo o las de mi hermana Paty.


En el año 1976 falleció mi padre, tras una corta pero muy penosa enfermedad. Yo no podía creer y menos comprender, cómo pudiera morirse la persona a quien más amaba. Cuando Luis, hermano de papá, me dijo que su enfermedad era irreversible, me reí nerviosamente. No lo aceptaba. No lo podía creer. La situación, se complicó en gran medida. Incluso amigos de mi hermana Marcia ayudaron para cubrir gastos inmediatos del sepelio, tras su muerte. Aunque yo contaba con ingresos propios, no alcanzaban ni para cubrir mi pensión de la universidad; además la estrechez del presupuesto en casa era cada día más agobiante. La Universidad de Lima, era una de las más caras y exigentes de la época y no contaban con ningún seguro para cubrir una eventualidad como esa. En aquella época pedí ser recategorizado, pero sólo accedieron a bajarme una categoría. ¡Qué decepción! Tuve que seguir en la universidad pagándola con mi trabajo y casi sin la ayuda de mis hermanos. El esfuerzo que yo realizaba era grande. A los 19 años de edad, me encontraba, en la etapa de la vida, cuando el tiempo parece valer mucho más. Yo no quería dejar nada para más tarde y quería cumplir las cosas en plazos determinados. Me encontraba en una carrera desenfrenada por conseguir mis objetivos y continué asistiendo a clases, sin contarle, casi a nadie, lo que me sucedía.


Hoy comprendo la preocupación de mi padre en sus últimos momentos de dejarnos tan jóvenes, y que veía estaba repitiéndose lo que le sucedió a él. Por un momento pasarían por su mente todos los problemas que se nos presentarían, porque ya no contaríamos con su presencia para salir adelante y su ayuda para enfrentar las dificultades। El golpe fue duro y en un principio, aparentemente creí haberlo asimilado; sin embargo, tardaron más de 15 años para que la pena y el dolor sentido por su ausencia desaparezcan. Sólo cuando comprendí que su recuerdo era lo importante, y que éste permanecería siempre entre nosotros el dolor cesó.


La situación que vivía, y el esfuerzo inmenso que tenía que hacer mi madre con las labores de casa me preocupaban. Yo llevaba las cuentas de la casa, tal como mi padre me lo encomendó cuando estaba enfermo de cáncer, a pesar de que mis dos hermanos varones vivían conmigo. No pasó mucho tiempo para que Rafael se casara. El matrimonio se produjo en 1977, en la Iglesia San José, de Miraflores. Había hecho un noviazgo largo de siete años con Victoria Hernández Moya, que era Testigo de Jehová. En casa quedamos con mi madre, Eduardo, y Patricia, que aún no terminaba el colegio.


La familia de la novia de Rafael organizó una fiesta a la que asistieron ambas familias y algunas amistades. Luego de 7 años se deshizo el matrimonio porque ella se enamoró de un compañero de trabajo. Los errores que se cometen en el matrimonio son responsabilidad de ambos cónyuges. El matrimonio exige mucho sacrificio. Por ello cuando una de las partes, o ambas, no lo realizan, fracasan como pareja. La felicidad en el matrimonio se da cuando se vive en función a los hijos; preocupándose por su desarrollo tanto material como espiritual.


Este mismo año falleció la abuelita Josefina, cuando aún no había pasado un año de la muerte de mi papá. Marcia, con su esposo Yolvi, y sus hijos vinieron a vivir a casa para prestarnos apoyo, mientras construían su nueva casa.


El continuo suceder de las cosas exigía de mí decisiones para las que emocionalmente no estuve preparado. Analizando la situación en retrospectiva pienso que debí trasladarme a una Universidad Nacional con el fin de concluir mis estudios y adecuarme a mi nueva realidad. Esto hubiera cambiado radicalmente mi vida en aquella época y la actual. Los prejuicios que tenía acerca de lo que era una Universidad Nacional y el desconocimiento de los problemas que me sobrevendrían me impidieron adoptar esta decisión, que era en realidad una necesidad. Mis prejuicios de miraflorino, criado en buen colegio, me condicionaron a querer concluir mis estudios en la Universidad de Lima. Pienso también, que no estamos en la vida para arrepentirnos de lo sucedido, sino para proceder con decisión a partir del presente, aunque en la medida de lo posible, es importante anticiparse al futuro.


Concluía 1977 y me encontraba dedicado a los estudios con esmero. El trabajo y la vida social agitaron mi vida. La vida familiar también empezó a cambiar. Cada uno tenía sus preocupaciones y mis hermanos, Eduardo y Patricia, pensaban en casarse.


Yo en cambio, permanecía solo y no tenía una relación sentimental seria. Había algo que lo impedía y no me daba cuenta o más bien lo ignoraba. Yo mismo me encargaba de alejarme cuando veía alguna muchacha muy interesada en mí. Mientras tanto busqué la diversión pasajera que no llegara a comprometerme, demostrando una evidente incapacidad emocional.


Escribir poemas con regularidad me ayudó a expresar sentimientos acerca del amor, lo bello, lo ético, lo divino, etc. También me sirvió para alejarme un poco de las gentes y gozar de la soledad. Sin embargo, el escribir poemas, me condujo a estar inmerso en estados de ánimo alterados, por el esfuerzo y dedicación que representa materializarlos y, que en ocasiones minaron mi salud. Esto cambió radicalmente con el correr del tiempo, debido a que fui adquiriendo alguna técnica para su elaboración, esto fue cuando pude separar la parte afectiva del escribir. Ya no necesitaba vivir totalmente la poesía, sino que ahora fluía de manera más natural, sin necesidad de que a mí me suceda lo escrito.


Mi primera relación sexual ocurrió en un prostíbulo de la carretera central, más conocido como el 5 ½, donde acudí ante la presión de los amigos, y también para satisfacer los deseos y curiosidad que tenía desde hace varios años atrás. Una vez culminada esta primera experiencia, me di cuenta que había sobredimensionado mis expectativas y que había realizado un acto sexual en forma casi mecánica y que la gratificación momentánea se veía opacada por un sentimiento de culpabilidad, que me dejó un sabor amargo.


Desde 1973 creímos haber establecido una comunicación con Dios mismo. Actuábamos con Rafael mi hermano en nuestros tiempos de ocio e inquietud espiritual, como médium. Nunca creímos comunicarnos con espíritus ni nada parecido. Suponíamos era Dios mismo quien nos hablaba. Muchas cosas bellas se dijeron en aquellas reuniones hasta que nos atrevimos a contarle a nuestro padre, quien se encontró muy entusiasmado con nuestro hallazgo, y esto porque con sus hermanos practicaban esta comunicación desde antes, y ahora creían se aproximaba un tiempo distinto para la humanidad. Al poco tiempo se unificaron la reunión de los mayores con las nuestras.


Papá participó, durante muchos años, con sus hermanos, Luis y Encarnación, y su cuñado Enrique, en estas reuniones. Esto se inició como una necesidad de búsqueda y el deseo de comunicación con su padre Juan Luis, fallecido años antes. Mi madre se mantuvo, por muchos años al margen de ellas, y así lo hicieron también, otros miembros de nuestra familia. A los niños siempre se les trató de ocultar pues consideraban que no estábamos preparados para entender su contenido. Este misterio escondido en el seno de nuestra familia salió a la luz.


Alrededor de nuestra inquietud, sin darnos cuenta, se congregó, poco a poco, toda la familia y muchas amistades. Me parece increíble, que hubo ocasiones en que las reuniones contaron con más de 40 personas asistentes. Todos estábamos entusiasmados y constituimos un grupo de 33 personas, llamado "Cristianos en Cristo". Puedo decir, que lo allí comunicado fue impresionante. Incluso enviamos dos cartas al Papa Paulo VI, aunque a decir verdad, nunca supimos si las recibió o se interesó en ellas. En una oportunidad, el padre Cordero de los Carmelitas, celebró una Misa en la casa para el grupo. Él tuvo conocimiento de nuestras reuniones y mostró una mente abierta y comprensiva ante ello.


Teníamos una gran inquietud religiosa o preocupación moral, que caracterizaba el espíritu sensible de nuestra familia; y que a pesar de que sabíamos nos habíamos apartado del camino aconsejado por la Iglesia, en esencia, buscábamos lo mismo, es decir, la palabra de Dios.


Luego de un tiempo, Rafael mi hermano, fue el primero en apartarse de las reuniones. El deseo por conservar su matrimonio fue determinante para tomar su decisión. Además el tenía una marcada formación religiosa que se contraponía con éstas ideas. Poco a poco, como él, muchos, nos cuestionamos si realmente ésta comunicación era realmente positiva y cierta; en parte porque encontrábamos oposición de muchas personas, y por el hecho de que varios miembros de nuestra familia, que participaron de las reuniones, vieron resentida su estabilidad emocional. Al poco tiempo también me vi afectado en mi salud física y emocional y decidí alejarme definitivamente de las reuniones. Al tamiz del tiempo, pienso que es muy difícil abrir nuevos caminos y lo mejor es seguir creencias sólidas, establecidas a la luz de la experiencia de muchos siglos.


En esta época de mi vida convergieron alrededor de mi vida muchos problemas, que me causaron preocupación, y ante los cuales no supe o pude, darles solución oportuna. En esos días, mi hermana Patricia se le presentaron muchas dificultades, que me preocuparon mucho.


Así, cuando me preparaba para rendir los exámenes de fin de ciclo en la Universidad, en Junio de 1978, se produjo en mí un desgaste emocional y físico, que rebasó mis límites. Fui evaluado en el hospital Cayetano Heredia, donde hacía sus prácticas de medicina, mi primo Juan Luis, porque presentaba dolores abdominales. Luego de varios análisis se estableció que orgánicamente no tenía nada. Luego de un tiempo presenté irritabilidad y celeridad en querer hacer las cosas. Vinieron a mí pensamientos nunca antes presentados, que alteraron mi vida normal. Ante ello, mis familiares, creyeron por conveniente evaluarme psiquiátricamente. En un principio me evaluó un doctor recomendado por Lucho mi tío, quien me recetó medicinas para ser preparadas en una botica limeña. Su consultorio era un desastre, no había cita previa y al llegar uno se sentaba en sillas que rodeaban las paredes de una habitación, donde había no menos de 30 personas esperando para llegar a consulta. Este ambiente y las propias medicinas alteraron aún más mi estado anímico. Por otra parte el tener que dejar el trabajo del Jockey y mis estudios en la Universidad, agravaron mi situación. Tan sólo llegué a dar un examen de los cinco o seis que tenía que rendir porque luego del primer examen fui atendido de emergencia por un reconocido neurólogo limeño, para calmar la euforia y desesperación producida en mí, por no poder cumplir con mis obligaciones. Él volvió a poner mi mente en orden, recuperándome momentáneamente, sin darme cuenta que tenía una enfermedad subyacente. En ese estado gestioné para que me brinden la oportunidad de rendir los exámenes que me faltaban en una fecha posterior, lo cual sólo logró empeorar las cosas, pues en vez de descansar, como debía, tuve adicionalmente, la preocupación de estudiar en casa.


Llegó la fecha y no pude rendir los exámenes, lo cual fue un duro golpe para mí porque además me retiré de la universidad. Fui llevado por recomendación de mi primo con el entonces Jefe de Psiquiatría del Hospital Obrero, doctor Oscar Valdivia Ponce, con quien tuve un largo tratamiento, en sesiones privadas, al principio semanales, luego cada quince días y después mensuales. El tratamiento exigía muchos gastos por la sucesión de consultas y el costo de los medicamentos que necesitaba.


Tengo que agradecer a mi madre y a mis hermanos, que colaboraron para que salga adelante. Ellos me alentaron siempre y colaboraron de manera activa para que me restableciera pronto. Fueron los únicos en la familia que estuvieron a mi lado, con su apoyo y visitas constantes, cada día que les era permitido. A ellos les estaré eternamente agradecido porque fueron quienes más sufrieron cuando algún médico, les dijo que era poco probable que me restablezca con todas mis facultades.


Quiero en esta parte del relato pedir perdón a todas aquellas personas que hice sufrir y afecté de alguna manera u otra con mi comportamiento irracional. Les agradezco a todos aquellos que dedicaron su tiempo y pusieron su paciencia a prueba conmigo. De igual manera disculpo a todos aquellos médicos, enfermeras y personal auxiliar que no siempre comprendieron en qué situación me encontraba; también a todos aquellos que se apartaron de mí, se burlaron o que simplemente me voltearon la cara para no verse afectados; a todos ellos, les digo que tal vez yo hubiera actuado con la misma indiferencia.


Pasé los años siguientes en tratamiento continuo. En un principio, el doctor Valdivia recomendó que acuda al Hospital de día del Obrero, donde él trabajaba y donde había un programa de terapia ocupacional. Allí permanecí menos de una semana pues no me acostumbré a las condiciones y ambiente en general. Por tanto, la recomendación del médico fue el internamiento en alguna clínica afiliada al seguro. Mi familia dispuso que fuera internado en la clínica Pinel. Allí estuve algo así como dos meses. La experiencia fue dura pero conveniente. Compartí el diario vivir, con gente que no conocía pero que padecían similares enfermedades y que incluso tenían problemas mayores que el mío. Vi aplicar terapia de electroshock, cosa que me daba espanto de pensar me podía suceder a mí. Felizmente, el doctor que me atendía no acostumbraba a su uso; además mi familia no lo quería. Aprendí mucho respecto a mi enfermedad y al comportamiento que debía seguir.


Comprendí que para salir del problema en el que me encontraba, tenía que ser yo mismo quien haga el mayor esfuerzo. Tenía fe en mi capacidad de superar lo que padecía y quería demostrar que no hay enfermedad que no pudiera ser vencida, aún cuando ésta sea psicológica.