Como contaba, vivía en el año 2003, en la casa de Mery, una señora arequipeña, donde mi familia había alquilado un espacio para mí. No tenía aún, trabajo estable y dependía económicamente de Patricia mi hermana, en cuya casa, que estaba muy cerca de la de Mery comía cada día. Eran días difíciles.
La casa donde vivía, se encontraba en la urbanización Higuereta del distrito de Surco. Mi habitación, era totalmente independiente y amplia; donde tenía todas las comodidades. Sin embargo, me sentía, como un exiliado, que recibía todo y que andaba a la espera de que la situación cambie. Poseía Internet en casa e incluso teléfono propio. Resultaba para mí toda una aventura el vivir solo y tenía que aprovecharla, lo cual resultó muy divertido. Tal vez fue algo que siempre quise. Tal vez fue mi gran oportunidad de despertar.
Ahora todos mis sueños, comenzaron a cobrar vida. Era una oportunidad y un reto a la vez. Había que manejarlo con prudencia porque todo tiene sus riesgos. Me empeñé en buscar pareja y para ello conocí personas; aunque ya lo había venido haciendo, desde un par de años antes, ahora contaba con más libertad y decisión. Ahora era diferente. Estaba solo...
Sabía muy poco del mundo gay en Lima. Tampoco era algo que me interesaba mucho. Sólo quería conocer personas con mi misma orientación, y así lo hice. Tuve varios encuentros. Muchos de ellos casi a ciegas, luego de una conversación corta. A algunos les rechacé, a otros les ofrecí mi amistad.
En mis poemas hablo de algunos de ellos; mis versos hablaban de amor; contaba aventuras de amor heterosexual, pensando sin embargo, en una pareja homosexual. Esta etapa, me fue muy útil para producir, para soñar. Hubo mucho de idealismo, y mucho de gozo real. Estar tanto tiempo escondiendo lo querido, hasta que llega a tus brazos y puedes disfrutarlo.
Sin embargo, aún tenía muchos traumas y prejuicios. A mí me atraían las personas con rasgos femeninos y de mirada seductora, por lo tanto, no era fácil para mi llevarlos a mi entorno; tampoco me era fácil, caminar junto a ellos, porque sentía tener clavada la mirada inquisidora de las personas. Por estos traumas perdí más de un buen amigo. De esta forma, no podía tener una relación abierta que durara mucho tiempo. Todo por mi indecisión y por no aceptarme. La sociedad teje una historia alrededor de uno haciéndole creer que uno no podrá avanzar. Nada más falso, porque justamente cuando te abres al mundo, te das cuenta que hay más personas tolerantes de las que no lo son.
Y así pasaron mis días entre citas, salidas; encuentros y despedidas; con las cuales fui descubriendo un universo muy diferente. Corrí mil y un riesgos, lo reconozco, pero fue útil para lograr lo que ahora soy.
Pido disculpas a aquellos que ofendí por mi inmadurez, a aquellos que vieron en mi alguien que podría ser su pareja y que les defraudé. En especial a André Peña, que estuvo al lado mío cuando murió mi hermano y luego se alejó de mi cuando me mudé. Su madurez, le hizo alejarse de mi, dejándome, de un día para otro, sin quererme buscar más. Recuerdo que antes que suceda esto, le seguí hasta la ciudad de Tarma, una provincia distante de Lima. Le dediqué más de un poema que hablaban de mis sentimientos de esos días.
Su alejamiento, me sirvió para que madure, para aprender. Como práctica, me dejé llevar un poco de las personas, ésto, para ir conociéndolas, y no intenté forzar nada; sino ser espectador activo del amor. Y esperé prudentemente hasta que el verdadero amor aparezca...
De alguna manera fui alejándome de muchas de las amistades con las que solía compartir mi vida. El mudarse de barrio le obliga a uno, a cambiar sus rutinas. En mí caso más aún. Extrañaba los desayunos de cada mañana con Hilde Becker en el Tip Top miraflorino, donde actualmente está ubicado el renombrado restaurante Panchita de Gastón Acurio; esos desayunos, en los que muchas veces era presa de sus críticas. Hilde, es una de esas personas mayores, que tienen un juicio muy crítico hacia las personas, algunas veces exagerado, pero algunas veces cierto. En más de una ocasión, llegó a herir mis sentimientos, y en más de una ocasión le perdoné. Ella era del entorno de la Iglesia San José, parroquia católica de habla alemana; con ella y con el padre Wofgang, rezábamos el laúdes cada mañana.
Cómo no recordar esos desayunos, luego del rezo del laúdes, donde cada persona que ingresaba al restaurante era presa de nuestra inquisidora observación; ya conocíamos a muchos de los que frecuentaban este sitio y a cada uno le poníamos un apelativo o denominación. Era muy gracioso, a veces ellos aparecían justo cuando hablábamos de ellos, como por arte de magia.
Lamentablemente, todo esto se acabó, primero porque me mudé del barrio de miraflores, y luego porque el padre Wolfang volvió a su Alemania natal. Esos días de conversaciones inacabables se fueron y poco a poco, nuestra amistad se hizo lejana.
Por éstos tiempos empecé a trabajar con mi sobrina Giuliana. Ella había montado un negocio de decoración para fiestas infantiles. Ayudé en cuanto se podía en cada evento y recibía por ello un simbólico ingreso diario. Me entretenía en el trabajo y lo más gratificante era ver la alegría de las personas que celebraban los cumpleaños. Muchas mañanas frías o soleadas, realizamos éste trabajo. Recuerdo, sin embargo, un día que tuve un accidente cuando caí de una escalera de tijera, rompiéndome tres costillas. !Qué dolor! Nunca pensé que demorase tanto volver a la normalidad.
Seguí trabajando con Giuliana, durante casi dos años. En este tiempo también trabajé con un compañero de colegio, Ernesto Fuentes Cole, a quien ayudé en alguno de sus negocios. También recibí por ello un pequeño ingreso. Un día, Ernesto, como parte de éste apoyo quiso hacerme un obsequio. Me regaló una bicicleta de carrera. Yo le había dicho, antes que me gustaría tenerla. Me dediqué a ella con mucho entusiasmo. Salí a recorrer las calles de la ciudad. Me uní a un grupo de ciclismo de la avenida arequipa en Miraflores. Con ellos fuimos a diversos sitios.
Hice dos viajes largos. Uno a Punta Negra, una playa limeña, a casi 35 o 40 kilómetros de Lima. El trayecto fue duro y me recibió mi hermana con Oscar. Viaje allí con Francisco Sol Sol, a quien conocí poco tiempo antes. Nos invitaron almuerzo y nos trataron como reyes, dignos merecedores por tamaña aventura. Al regreso, tuve un ligero accidente, felizmente menor. Un trailer grande se pegó mucho a mi, en la carretera, e hizo que perdiera el equilibrio y derrape en la pista lateral. Fruto de ello tuve algunas raspaduras. Lo más gracioso, que cuando levanté la vista, había una ambulancia cerca mío, como esperando mi llegada. Me atendieron, limpiaron y curaron, y luego, con algunos parches, volví a Lima por mí mismo.
Esto no fue obstáculo para seguir con la práctica del ciclismo y no quise que el temor se haga presa de mí. Al poco tiempo hice un viaje más largo aún. Fui ida y vuelta a Ancón, balneario limeño al norte de Lima. Esto sí fue difícil, porque la salida de Ancón tiene una pendiente de casi 20 kilómetros. Sin embargo, con mucho esfuerzo y luego de casi 8 horas de ida y vuelta de pedalear incansablemente retorné sano y salvo. Así fueron pasaron mis días en armonía física y espiritual. Vivía aún sólo y estaba pronto a conocer la persona con quien comparto mi vida hasta hoy.
El Internet es una ventana al mundo que lleva a diferentes partes todo lo que queremos. Yo mismo quedé sorprendido, cuando comprobé que más de 33,000 personas ingresaron en el 2009 a mi blog. En mi caso, desnudé mi vida, y mostré mucho de lo que soy. Por otro lado, muchas personas muestran su vida desde su ordenador. Hay muchas adolescentes tratando de ganar fama, desnudando su intimidad. La verdad, que muchos tenemos el espíritu voyeurista, y muchos otros el exhibicionista, que son complementarios e inseparables. Es impresionante saber a cuántos les gusta ver o ser vistos. Unos dirán, es una enfermedad, otros que es luz para sus ojos. Creo que todo en su justo medio, y en la debida ocasión. Generalmente son actos que hacemos solos y que es parte de nuestra experiencia. No hay que escandalizarse por ello. Antes, era la moda ver imágenes en fotos, hoy el vídeo y las cámaras digitales aceleraron el proceso. Pasé ya por ésta etapa y descubrí que no es justo darle motivos de celo o desconfianza al ser que uno ama.
La casa donde vivía, se encontraba en la urbanización Higuereta del distrito de Surco. Mi habitación, era totalmente independiente y amplia; donde tenía todas las comodidades. Sin embargo, me sentía, como un exiliado, que recibía todo y que andaba a la espera de que la situación cambie. Poseía Internet en casa e incluso teléfono propio. Resultaba para mí toda una aventura el vivir solo y tenía que aprovecharla, lo cual resultó muy divertido. Tal vez fue algo que siempre quise. Tal vez fue mi gran oportunidad de despertar.
Ahora todos mis sueños, comenzaron a cobrar vida. Era una oportunidad y un reto a la vez. Había que manejarlo con prudencia porque todo tiene sus riesgos. Me empeñé en buscar pareja y para ello conocí personas; aunque ya lo había venido haciendo, desde un par de años antes, ahora contaba con más libertad y decisión. Ahora era diferente. Estaba solo...
Sabía muy poco del mundo gay en Lima. Tampoco era algo que me interesaba mucho. Sólo quería conocer personas con mi misma orientación, y así lo hice. Tuve varios encuentros. Muchos de ellos casi a ciegas, luego de una conversación corta. A algunos les rechacé, a otros les ofrecí mi amistad.
En mis poemas hablo de algunos de ellos; mis versos hablaban de amor; contaba aventuras de amor heterosexual, pensando sin embargo, en una pareja homosexual. Esta etapa, me fue muy útil para producir, para soñar. Hubo mucho de idealismo, y mucho de gozo real. Estar tanto tiempo escondiendo lo querido, hasta que llega a tus brazos y puedes disfrutarlo.
Sin embargo, aún tenía muchos traumas y prejuicios. A mí me atraían las personas con rasgos femeninos y de mirada seductora, por lo tanto, no era fácil para mi llevarlos a mi entorno; tampoco me era fácil, caminar junto a ellos, porque sentía tener clavada la mirada inquisidora de las personas. Por estos traumas perdí más de un buen amigo. De esta forma, no podía tener una relación abierta que durara mucho tiempo. Todo por mi indecisión y por no aceptarme. La sociedad teje una historia alrededor de uno haciéndole creer que uno no podrá avanzar. Nada más falso, porque justamente cuando te abres al mundo, te das cuenta que hay más personas tolerantes de las que no lo son.
Y así pasaron mis días entre citas, salidas; encuentros y despedidas; con las cuales fui descubriendo un universo muy diferente. Corrí mil y un riesgos, lo reconozco, pero fue útil para lograr lo que ahora soy.
Pido disculpas a aquellos que ofendí por mi inmadurez, a aquellos que vieron en mi alguien que podría ser su pareja y que les defraudé. En especial a André Peña, que estuvo al lado mío cuando murió mi hermano y luego se alejó de mi cuando me mudé. Su madurez, le hizo alejarse de mi, dejándome, de un día para otro, sin quererme buscar más. Recuerdo que antes que suceda esto, le seguí hasta la ciudad de Tarma, una provincia distante de Lima. Le dediqué más de un poema que hablaban de mis sentimientos de esos días.
Su alejamiento, me sirvió para que madure, para aprender. Como práctica, me dejé llevar un poco de las personas, ésto, para ir conociéndolas, y no intenté forzar nada; sino ser espectador activo del amor. Y esperé prudentemente hasta que el verdadero amor aparezca...
De alguna manera fui alejándome de muchas de las amistades con las que solía compartir mi vida. El mudarse de barrio le obliga a uno, a cambiar sus rutinas. En mí caso más aún. Extrañaba los desayunos de cada mañana con Hilde Becker en el Tip Top miraflorino, donde actualmente está ubicado el renombrado restaurante Panchita de Gastón Acurio; esos desayunos, en los que muchas veces era presa de sus críticas. Hilde, es una de esas personas mayores, que tienen un juicio muy crítico hacia las personas, algunas veces exagerado, pero algunas veces cierto. En más de una ocasión, llegó a herir mis sentimientos, y en más de una ocasión le perdoné. Ella era del entorno de la Iglesia San José, parroquia católica de habla alemana; con ella y con el padre Wofgang, rezábamos el laúdes cada mañana.
Cómo no recordar esos desayunos, luego del rezo del laúdes, donde cada persona que ingresaba al restaurante era presa de nuestra inquisidora observación; ya conocíamos a muchos de los que frecuentaban este sitio y a cada uno le poníamos un apelativo o denominación. Era muy gracioso, a veces ellos aparecían justo cuando hablábamos de ellos, como por arte de magia.
Lamentablemente, todo esto se acabó, primero porque me mudé del barrio de miraflores, y luego porque el padre Wolfang volvió a su Alemania natal. Esos días de conversaciones inacabables se fueron y poco a poco, nuestra amistad se hizo lejana.
Por éstos tiempos empecé a trabajar con mi sobrina Giuliana. Ella había montado un negocio de decoración para fiestas infantiles. Ayudé en cuanto se podía en cada evento y recibía por ello un simbólico ingreso diario. Me entretenía en el trabajo y lo más gratificante era ver la alegría de las personas que celebraban los cumpleaños. Muchas mañanas frías o soleadas, realizamos éste trabajo. Recuerdo, sin embargo, un día que tuve un accidente cuando caí de una escalera de tijera, rompiéndome tres costillas. !Qué dolor! Nunca pensé que demorase tanto volver a la normalidad.
Seguí trabajando con Giuliana, durante casi dos años. En este tiempo también trabajé con un compañero de colegio, Ernesto Fuentes Cole, a quien ayudé en alguno de sus negocios. También recibí por ello un pequeño ingreso. Un día, Ernesto, como parte de éste apoyo quiso hacerme un obsequio. Me regaló una bicicleta de carrera. Yo le había dicho, antes que me gustaría tenerla. Me dediqué a ella con mucho entusiasmo. Salí a recorrer las calles de la ciudad. Me uní a un grupo de ciclismo de la avenida arequipa en Miraflores. Con ellos fuimos a diversos sitios.
Hice dos viajes largos. Uno a Punta Negra, una playa limeña, a casi 35 o 40 kilómetros de Lima. El trayecto fue duro y me recibió mi hermana con Oscar. Viaje allí con Francisco Sol Sol, a quien conocí poco tiempo antes. Nos invitaron almuerzo y nos trataron como reyes, dignos merecedores por tamaña aventura. Al regreso, tuve un ligero accidente, felizmente menor. Un trailer grande se pegó mucho a mi, en la carretera, e hizo que perdiera el equilibrio y derrape en la pista lateral. Fruto de ello tuve algunas raspaduras. Lo más gracioso, que cuando levanté la vista, había una ambulancia cerca mío, como esperando mi llegada. Me atendieron, limpiaron y curaron, y luego, con algunos parches, volví a Lima por mí mismo.
Esto no fue obstáculo para seguir con la práctica del ciclismo y no quise que el temor se haga presa de mí. Al poco tiempo hice un viaje más largo aún. Fui ida y vuelta a Ancón, balneario limeño al norte de Lima. Esto sí fue difícil, porque la salida de Ancón tiene una pendiente de casi 20 kilómetros. Sin embargo, con mucho esfuerzo y luego de casi 8 horas de ida y vuelta de pedalear incansablemente retorné sano y salvo. Así fueron pasaron mis días en armonía física y espiritual. Vivía aún sólo y estaba pronto a conocer la persona con quien comparto mi vida hasta hoy.
El Internet es una ventana al mundo que lleva a diferentes partes todo lo que queremos. Yo mismo quedé sorprendido, cuando comprobé que más de 33,000 personas ingresaron en el 2009 a mi blog. En mi caso, desnudé mi vida, y mostré mucho de lo que soy. Por otro lado, muchas personas muestran su vida desde su ordenador. Hay muchas adolescentes tratando de ganar fama, desnudando su intimidad. La verdad, que muchos tenemos el espíritu voyeurista, y muchos otros el exhibicionista, que son complementarios e inseparables. Es impresionante saber a cuántos les gusta ver o ser vistos. Unos dirán, es una enfermedad, otros que es luz para sus ojos. Creo que todo en su justo medio, y en la debida ocasión. Generalmente son actos que hacemos solos y que es parte de nuestra experiencia. No hay que escandalizarse por ello. Antes, era la moda ver imágenes en fotos, hoy el vídeo y las cámaras digitales aceleraron el proceso. Pasé ya por ésta etapa y descubrí que no es justo darle motivos de celo o desconfianza al ser que uno ama.