miércoles, 6 de enero de 2010

DÍAS FELICES

Como contaba, vivía en el año 2003, en la casa de Mery, una señora arequipeña, donde mi familia había alquilado un espacio para mí. No tenía aún, trabajo estable y dependía económicamente de Patricia mi hermana, en cuya casa, que estaba muy cerca de la de Mery comía cada día. Eran días difíciles.



La casa donde vivía, se encontraba en la urbanización Higuereta del distrito de Surco. Mi habitación, era totalmente independiente y amplia; donde tenía todas las comodidades. Sin embargo, me sentía, como un exiliado, que recibía todo y que andaba a la espera de que la situación cambie. Poseía Internet en casa e incluso teléfono propio. Resultaba para mí toda una aventura el vivir solo y tenía que aprovecharla, lo cual resultó muy divertido. Tal vez fue algo que siempre quise. Tal vez fue mi gran oportunidad de despertar.






Ahora todos mis sueños, comenzaron a cobrar vida. Era una oportunidad y un reto a la vez. Había que manejarlo con prudencia porque todo tiene sus riesgos. Me empeñé en buscar pareja y para ello conocí personas; aunque ya lo había venido haciendo, desde un par de años antes, ahora contaba con más libertad y decisión. Ahora era diferente. Estaba solo...

Sabía muy poco del mundo gay en Lima. Tampoco era algo que me interesaba mucho. Sólo quería conocer personas con mi misma orientación, y así lo hice. Tuve varios encuentros. Muchos de ellos casi a ciegas, luego de una conversación corta. A algunos les rechacé, a otros les ofrecí mi amistad.


En mis poemas hablo de algunos de ellos; mis versos hablaban de amor; contaba aventuras de amor heterosexual, pensando sin embargo, en una pareja homosexual. Esta etapa, me fue muy útil para producir, para soñar. Hubo mucho de idealismo, y mucho de gozo real. Estar tanto tiempo escondiendo lo querido, hasta que llega a tus brazos y puedes disfrutarlo.


Sin embargo, aún tenía muchos traumas y prejuicios. A mí me atraían las personas con rasgos femeninos y de mirada seductora, por lo tanto, no era fácil para mi llevarlos a mi entorno; tampoco me era fácil, caminar junto a ellos, porque sentía tener clavada la mirada inquisidora de las personas. Por estos traumas perdí más de un buen amigo. De esta forma, no podía tener una relación abierta que durara mucho tiempo. Todo por mi indecisión y por no aceptarme. La sociedad teje una historia alrededor de uno haciéndole creer que uno no podrá avanzar. Nada más falso, porque justamente cuando te abres al mundo, te das cuenta que hay más personas tolerantes de las que no lo son.

Y así pasaron mis días entre citas, salidas; encuentros y despedidas; con las cuales fui descubriendo un universo muy diferente. Corrí mil y un riesgos, lo reconozco, pero fue útil para lograr lo que ahora soy.


Pido disculpas a aquellos que ofendí por mi inmadurez, a aquellos que vieron en mi alguien que podría ser su pareja y que les defraudé. En especial a André Peña, que estuvo al lado mío cuando murió mi hermano y luego se alejó de mi cuando me mudé. Su madurez, le hizo alejarse de mi, dejándome, de un día para otro, sin quererme buscar más. Recuerdo que antes que suceda esto, le seguí hasta la ciudad de Tarma, una provincia distante de Lima. Le dediqué más de un poema que hablaban de mis sentimientos de esos días.




Su alejamiento, me sirvió para que madure, para aprender. Como práctica, me dejé llevar un poco de las personas, ésto, para ir conociéndolas, y no intenté forzar nada; sino ser espectador activo del amor. Y esperé prudentemente hasta que el verdadero amor aparezca...




De alguna manera fui alejándome de muchas de las amistades con las que solía compartir mi vida. El mudarse de barrio le obliga a uno, a cambiar sus rutinas. En mí caso más aún. Extrañaba los desayunos de cada mañana con Hilde Becker en el Tip Top miraflorino, donde actualmente está ubicado el renombrado restaurante Panchita de Gastón Acurio; esos desayunos, en los que muchas veces era presa de sus críticas. Hilde, es una de esas personas mayores, que tienen un juicio muy crítico hacia las personas, algunas veces exagerado, pero algunas veces cierto. En más de una ocasión, llegó a herir mis sentimientos, y en más de una ocasión le perdoné. Ella era del entorno de la Iglesia San José, parroquia católica de habla alemana; con ella y con el padre Wofgang, rezábamos el laúdes cada mañana.



Cómo no recordar esos desayunos, luego del rezo del laúdes, donde cada persona que ingresaba al restaurante era presa de nuestra inquisidora observación; ya conocíamos a muchos de los que frecuentaban este sitio y a cada uno le poníamos un apelativo o denominación. Era muy gracioso, a veces ellos aparecían justo cuando hablábamos de ellos, como por arte de magia.


Lamentablemente, todo esto se acabó, primero porque me mudé del barrio de miraflores, y luego porque el padre Wolfang volvió a su Alemania natal. Esos días de conversaciones inacabables se fueron y poco a poco, nuestra amistad se hizo lejana.


Por éstos tiempos empecé a trabajar con mi sobrina Giuliana. Ella había montado un negocio de decoración para fiestas infantiles. Ayudé en cuanto se podía en cada evento y recibía por ello un simbólico ingreso diario. Me entretenía en el trabajo y lo más gratificante era ver la alegría de las personas que celebraban los cumpleaños. Muchas mañanas frías o soleadas, realizamos éste trabajo. Recuerdo, sin embargo, un día que tuve un accidente cuando caí de una escalera de tijera, rompiéndome tres costillas. !Qué dolor! Nunca pensé que demorase tanto volver a la normalidad.


Seguí trabajando con Giuliana, durante casi dos años. En este tiempo también trabajé con un compañero de colegio, Ernesto Fuentes Cole, a quien ayudé en alguno de sus negocios. También recibí por ello un pequeño ingreso. Un día, Ernesto, como parte de éste apoyo quiso hacerme un obsequio. Me regaló una bicicleta de carrera. Yo le había dicho, antes que me gustaría tenerla. Me dediqué a ella con mucho entusiasmo. Salí a recorrer las calles de la ciudad. Me uní a un grupo de ciclismo de la avenida arequipa en Miraflores. Con ellos fuimos a diversos sitios.




Hice dos viajes largos. Uno a Punta Negra, una playa limeña, a casi 35 o 40 kilómetros de Lima. El trayecto fue duro y me recibió mi hermana con Oscar. Viaje allí con Francisco Sol Sol, a quien conocí poco tiempo antes. Nos invitaron almuerzo y nos trataron como reyes, dignos merecedores por tamaña aventura. Al regreso, tuve un ligero accidente, felizmente menor. Un trailer grande se pegó mucho a mi, en la carretera, e hizo que perdiera el equilibrio y derrape en la pista lateral. Fruto de ello tuve algunas raspaduras. Lo más gracioso, que cuando levanté la vista, había una ambulancia cerca mío, como esperando mi llegada. Me atendieron, limpiaron y curaron, y luego, con algunos parches, volví a Lima por mí mismo.




Esto no fue obstáculo para seguir con la práctica del ciclismo y no quise que el temor se haga presa de mí. Al poco tiempo hice un viaje más largo aún. Fui ida y vuelta a Ancón, balneario limeño al norte de Lima. Esto sí fue difícil, porque la salida de Ancón tiene una pendiente de casi 20 kilómetros. Sin embargo, con mucho esfuerzo y luego de casi 8 horas de ida y vuelta de pedalear incansablemente retorné sano y salvo. Así fueron pasaron mis días en armonía física y espiritual. Vivía aún sólo y estaba pronto a conocer la persona con quien comparto mi vida hasta hoy.


El Internet es una ventana al mundo que lleva a diferentes partes todo lo que queremos. Yo mismo quedé sorprendido, cuando comprobé que más de 33,000 personas ingresaron en el 2009 a mi blog. En mi caso, desnudé mi vida, y mostré mucho de lo que soy. Por otro lado, muchas personas muestran su vida desde su ordenador. Hay muchas adolescentes tratando de ganar fama, desnudando su intimidad. La verdad, que muchos tenemos el espíritu voyeurista, y muchos otros el exhibicionista, que son complementarios e inseparables. Es impresionante saber a cuántos les gusta ver o ser vistos. Unos dirán, es una enfermedad, otros que es luz para sus ojos. Creo que todo en su justo medio, y en la debida ocasión. Generalmente son actos que hacemos solos y que es parte de nuestra experiencia. No hay que escandalizarse por ello. Antes, era la moda ver imágenes en fotos, hoy el vídeo y las cámaras digitales aceleraron el proceso. Pasé ya por ésta etapa y descubrí que no es justo darle motivos de celo o desconfianza al ser que uno ama.

lunes, 4 de enero de 2010

ENFRENTANDO DIFICULTADES

Cuando tenemos a un familiar enfermo, sea en casa, en una clínica u hospital, debemos realizar todo el esfuerzo que esté a nuestro alcance, para que esté bien atendido. Debemos comprender, el valor del sufrimiento, como un medio de perfeccionamiento. Debemos aceptar y aprender del dolor, porque la vida, está rodeada de él. Superar y dar solución a los problemas con amor y entrega, nos dará paz, por el sacrificio hecho, por el deber cumplido.

Sé sin embargo, que esto no es fácil. Muchas veces por los pocos medios con los que contamos los que debemos enfrentar éste problema, en términos materiales, espirituales o de apoyo. Por otro lado, el que tiene a cargo un enfermo, se aísla cada vez más, en parte por sus propias obligaciones y otras veces porque aquellos que también están obligados a cumplir este rol, se alejan y le dejan todo el peso de la responsabilidad a él.

Hay que tener fortaleza para enfrentar situaciones difíciles, y estar preparado para sobrellevarlas. A estas alturas de mi vida, sé bien lo que una pérdida representa. Primero el saber que no verás más a determinada persona y por otro lado la ausencia de su apoyo moral o material, y sobretodo, el saber que ésta persona, que ya no está, no ejercerá más para ti, una crítica o un halago.

Recientemente han fallecido dos personas de mi más cercano entorno. Mi prima Cecilia, hija del primer matrimonio de Cachito, quien vivía en el primer piso de nuestra casa. Ella falleció de cáncer, en Agosto del 2000. Y, apenas un año después, el 11 de Noviembre del 2001, Rafael mi hermano, como consecuencia de una enfermedad, que se lo llevó mientras dormía.

Así, nos quedamos solos, mi madre y yo, en casa con el triste recuerdo de su partida. Para mí fue muy penoso ver de cerca el sufrimiento de mi madre, que inválida, en cama, solicitó le lleven ante sus ojos el cadáver de su hijo, para despedirlo.

Un sabor amargo, dejó en nuestra familia la ausencia de Rafael. El descuido, fue lo fundamental para que muriera, primero de su parte, quien no siguió los consejos de los médicos, y por otra parte, la de su entorno cercano, quienes no nos preocupamos por él, habiendo notado que algo andaba mal. Todos pensamos, que su situación no eran tan delicada y cada uno seguimos en nuestras preocupaciones.

Su ausencia cambió radicalmente nuestras vidas. Rafael era una persona muy dedicada a su casa, y siempre estaba preocupándose por nosotros. Sus críticas, aunque a veces no me agradaban mucho, me daban luces para resolver mis problemas. El llevó una vida muy polémica. Era de grandes amores y también de grandes rencores. A veces, como que estaba ausente, y luego era un vendaval, del cual había que protegerse. Era desconfiado pero en esencia tenía buen corazón. Sufrí mucho con sus críticas y con su permanente observación de mis actos. Su celo era exagerado, tal vez producto de su enfermedad.

Era una persona solitaria, que no le gustaba escuchar consejos de nadie. Y nunca aceptó su separación de su esposa, Victoria Hernández. Tenía sus principios muy firmes, y de allí no se movía. Fue en ocasiones, muy terco y literalmente, se abandonó. No hizo caso a las advertencias y señales, que de una y otra parte le llegaron, tanto de médicos, familiares y amigos. El pensó que su tiempo se había cumplido y lo dejó llegar.

A pesar que muchas veces me hizo la vida difícil, y que desee muchas veces que me deje en paz; nunca quise en mi sano juicio, que le suceda algo así. Muchos sueños vi desmoronarse en su persona, y me daba mucha pena su fragilidad y desconfianza, que mostró hasta sus últimos días.

En casa se sucedieron algunos cambios, y antes de que se cumpla un año desde su partida dejamos la casa, donde vivíamos desde 1973. Mi madre, se fue a vivir con mi hermana Marcia, y yo empecé a vivir solo, en una habitación, que alquiló mi hermana Patricia, en casa de la Sra. Mery, en el distrito de Surco.

Al poco tiempo, mi hermano Eduardo, no fue ratificado en su empleo como vocal Superior de la Corte de Justicia de Lima donde trabajo muchos años. Patricia, mi hermana, se casó después de muchos años de convivencia con Oscar Cavero, quien ya se había hecho cargo, varios años antes, de sus dos hijas, Bárbara y Melissa.

Muchas penas y alegrías se sucedieron en corto tiempo, en nuestras vidas. La biznieta de mamá, Mariajosé, hija de Giuliana, envolvía con sus juegos a la familia, y fue la esperanza de quienes veían en ella a alguien muy especial, quien llenaba en estos momentos nuestras vidas, cargadas de dificultad; esparciendo su alegría al viento, y que nos impregnó con un dote de optimismo para seguir adelante. Ursula, la hija de Marcia, se casó con Gonzalo, a los 20 días de haber fallecido Rafael.

No es posible tener una visión clara de lo que uno quiere escribir, cuando lo que se escribe está tan cercano al presente, por ello algunas cosas las iré dejando, para contarlas luego con la debida perspectiva del hecho pasado. Tal vez sea un poco presumido, sin tener en cuenta que a veces la vida es implacable con los seres humanos. Nadie sabe cual será el tiempo de uno y nadie sabe que pasará más adelante. Sin embargo, el hecho de escribir una autobiografía en vida, acarrea algunos problemas, y corriendo el riesgo, de que mi historia tenga que ser contada por otro, creo que es más conveniente, para que en adelante organice mejor los hechos y tenga una mayor visión. Mientras tanto, no quiero dejar al lector, en una espera larga, y, por ello trataré de contar cosas que guarden relación con mi vida, y que valgan la pena ser comentadas.

Quiero dar mi visión de todo lo que observo, de los programas que veo, de las noticias que leo, de las personas con quienes intercambio información, culta o no, y en realidad de todo lo que sucede y pueda interesar.

Todos estamos interactuando en la vida y somos afectados por las acciones de los demás. Es bueno entonces, fijar cual es la posición de uno para que no seamos envueltos, dado que el oír y dejar pasar, a veces es peligroso; porque lo que parece indefenso e inocuo, se vuelve cotidiano, sin quererlo.

Parece ser que el tiempo lo envuelve todo. A su vez, cada uno es parte del tiempo y cada uno tiene su tiempo. Sin embargo, hay diversas maneras de ver y aceptar el tiempo. El tiempo corre o nos preocupa de diferente manera. No es igual para el niño, que casi no se da cuenta de él, como para el adulto que mide el tiempo, a cada instante, lo cual hace que pareciera pase más rápido e implacable.

Hay también la visión del tiempo que cura y el tiempo que destruye. Por ejemplo si andas apurado en la vida y quieres lograr metas definidas, muy ajustadas; puede ser que estés luchando contra el tiempo. Así muchas veces el tiempo nos enseña, y hace que le veamos sin tanto detenimiento.

Recuerdo algunos días, en que la espera se hacía ansiosa, y que la desesperación hizo presa de mi vida... pareciera en ése entonces, que el tiempo me arrollaba y pasaba por delante. Otras veces, te quedas viendo pasar, el hecho que esperabas, o el carro al que querías subirte... En la vida, todos siempre hemos querido conseguir algo importante, sea un título, una propiedad, un amor. Sin embargo la vida, nos lo niega. Ante ello tenemos dos posibilidades, replantear nuestro tiempo de alcance o desesperar. Si sucede lo segundo, es lo menos aconsejable. Es allí cuando el tiempo te arrolla preso de la desesperanza.

De una manera u otra, con el tiempo aprendes. El nos hace curar nuestras heridas, y nos hace replantear, a cada momento, el hecho sucedido, la vida. Nada más útil que el tiempo para restañar nuestras heridas. Es la mejor medicina del alma, para desarrollar la paciencia.

Cuánto aprendí del tiempo, y de darle tiempo al tiempo… Sin embargo éste aprendizaje no es fácil. Decirle a un joven que debe postergar algo, es una ofensa, decirle que tendrá que esperar, es decirle casi, que sus objetivos no se cumplirán. Para una persona joven, el tiempo es inmediato, es ahora. Todo lo quieren allí, cuando lo plantean, esperando la solución inmediata. Pero la vida nos enseña, que no somos dueños del tiempo y que la virtud, se da cuando uno llega a comprender que hay un tiempo para todo.

Sabias son las palabras del Eclesiastés, en la Biblia, cuando dice que todo tiene su tiempo, y que hay un tiempo para reír y otro para llorar, un tiempo para sembrar y otro tiempo para recoger lo sembrado, un tiempo para nacer y otro para morir...

El comprender esto es de gran sabiduría. Observar y saber en qué tiempo se encuentra uno. Debemos sacarle provecho a nuestro tiempo, que nos toca vivir; sea si estás en una época próspera o en una de espera. Comprender el momento que se vive y el saber esperar es una llave que abre muchas puertas.

Así se hará más fácil nuestra vida. No andaremos a la carrera, queriendo llegar a como de lugar. Así, construiremos cada paso, dándonos cuenta a donde vamos y cómo llegaremos. Si encontramos un tropiezo, sabremos enmendar el paso y retomar el camino.

Nada más dañino, que luchar contra el tiempo. A pesar de que estamos envueltos en él, debemos navegar en él como un pez en el agua, sin querer llegar más allá de lo que nuestras posibilidades lo permitan.

No quiero decir tampoco, que debamos dejar que el tiempo pase y quedarnos sin actuar; porque allí quedaremos rezagados. Pero si estar concientes de que no se puede luchar contra él. Y está, más allá de nuestros designios, el conocerlo y el retarlo.

Cada uno tenemos un tiempo y dentro de él naveguemos con esperanza y pundonor, conociéndolo, sabiendo lo poderoso que es, pero también sabiendo que es nuestro medio y que allí debemos desempeñarnos, con cuidado y con tesón. Porque el tiempo se hace con uno, y uno con su esfuerzo, puede hacer también, que los tiempos sean mejores. Esto hasta un límite, que es el nuestro; porque en si, el tiempo, no tiene límite...