martes, 29 de junio de 2010

TIEMPOS DE CAMBIO

Hay tiempo para estar callado, para meditar. Tiempo donde hablar parece no tener sentido, donde reflexionar es lo más importante. Y es en ésta etapa, en la que he estado viviendo últimamente. Donde han sucedido muchas cosas, unas buenas, otras no tan buenas; y es que la vida sabemos, discurre entre llanto y alegría, entre cosas buenas que pasan y otras que prefiriéramos no hubieran sucedido.


Sucesos que se presentan, como diciendo, esto también es la vida. Ese dolor, que no comprendemos, que no aceptamos muchas veces, pero que las personas que saben de él, dicen que significa mucho, que es importante, que cambia a las personas, que las hace más fuertes, más grandes, más maduras, más humanas. El que ha pasado por una experiencia de dolor, sabe todo lo que implica, los cambios, de expectativas, de actitudes, de acciones. El dolor, es una fuerza motora, que puede destruir, como puede construir. Y son los grandes maestros de la espiritualidad, quienes dicen, que más construye, que más nos acerca a Dios.


En la vida, en algún momento todos pasamos por estos momentos. Hay el dolor físico, y hay el dolor moral, ante la pérdida de un ser querido. Quiero reiniciar ésta observación, señalando que éstos últimos años han sido muy difíciles, para mi familia.

Cuando aún teníamos el recuerdo, de la enfermedad de Patricia, de su lucha por salir adelante, del tratamiento y felizmente de su recuperación; apareció relampagueante, la noticia de un accidente, de la hija de Liliana, mi prima. Andrea Miranda Guerinoni, murió fuera de su patria, en el lejano Egipto, donde poco pudieron hacer, sus padres, desde lima.

Es difícil comprender una muerte, más aún si es una persona joven, dedicada al arte, e iniciando una vida. Es difícil aceptar ello. Sus padres, tiene una prueba muy grande, que nadie quisiera pasar. Esas vallas tan altas, que sólo los más capaces las superan.

El tiempo hará su trabajo y ayudará a menguar el dolor. Por mi parte, quiero expresar mi solidaridad, y aunque no me atreví a asistir a las ceremonias fúnebres en Lima, tal vez por un temor natural a estos eventos, que están aún tan cercanos en mi mente, quiero decirles, que estoy con ellos y que tengo congoja y mucha admiración hacia ellos, y quiero decirles, que ahora les toca sublimar el dolor que les queda en el alma.

Liliana, Víctor, Pablo; desde aquí, mi cariño. Quiero contribuir con mi pluma, para que Andrea permanezca en el alma de todos. Es allí donde permanecen los grandes espíritus, allí donde nadie pude arrancarlos de nosotros. Mis oraciones por ustedes, porque nunca desistan, por que luchen con fe, y para que encuentren la paz y renazca en ustedes la alegría de Andrea, como nace el sol luego de un atardecer.

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